tremula en el puntillo de la mecha,
atrás tu sombra mágica me acecha
y yo tímidamente sólo callo.
Tres veces quiero oír cantar al gallo,
sabré si aquel ladrón de la derecha
tiene algo semejante a la deshecha
mirada perturbada por el rayo.
Tu sombra se convierte en la penumbra,
me envuelve, me desangra, me envenena.
El gallo canta a la mañana buena.
Pronto la alcoba con el sol se alumbra:
tu sombra mágica en la luz se cuela
y ya no veo bailar aquella vela.
Glauco
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