dale la luz al cielo, torna en vino
el agua, sé el enojo del rabino,
disputa con los dados tu tormento.
Me llevas nuevamente al firmamento:
me lees en las estrellas el destino
y quitas el poder al adivino,
impones en mi suerte el sufrimiento.
¿Quién soy? ¿Cómo es, acaso, que te sigo?
¿Me llevas? ¿Eres cuna del misterio?
¿Eres un signo ungido, vid y trigo?
¿Perfumas con tu esencia el cementerio?
Te llevo en la oración que siempre digo
aunque sea lo contrario al monasterio.
Glauco
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