un trozo de tristeza,
un mucho de lo eterno del momento;
hay algo todo tuyo en la escondida
ranura del amor de mi cabeza.
Tu voz fragua el intento
de amarte como nunca te han amado,
me dice la consigna
y envuelve mis temores en tu aliento,
y lloro como nunca había llorado.
Lo tuyo a lo sagrado me persigna.
Tú marcas el arrullo
y me has llamado “mío”
pese a que mi presencia se halle indigna.
En esta vida hay algo todo tuyo:
yo.
Glauco
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