he sentido el abraso de la zarsa
mosaica que me amarra a cierto ocaso.
En ese fuego el corazón se engarza,
ardiente se contiene, es universo
que nada y nadie evita que se esparza.
Me siento, pobremente, un ser converso:
allende, junto al mar, jardín florido
(Machado ya lo concretó en su verso).
De noche me he sentido incomprendido,
como si en ese abrazo me apartaras
de todo. En las mañanas he sentido
la comprensión de todos; en las aras
de aquel divino amor inmaculado.
He visto en este mundo tantas caras
desde que tú, Señor, me has abrazado.
Glauco
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