Advertencia:
El tipo que escribió este pequeño relato, basura, ensayo, comentario, opinión o
lo que su honorable percepción le de entender (ya que ni el mismo autor puede
clarificarlo), es una creación de Dios sin esfuerzo de éste, su educación estuvo
en manos de la SEP (Secretaria de Educación Pública), así que ya sabrá usted, bajo
su propio criterio si vale la pena leerlo. Debe valorar que lo que a
continuación viene lo hará gastar al menos dos minutos (pues no requiere un
gran ejercicio de comprensión). Lo que en pocas palabras se quiere decir, es que
no exija mucho de éste.
Así que empecemos:
Estos últimos días he pensado en que escribir
para mi reciente publicación y después de mucho navegar en los caudales de mi
cerebro, he llegado a la conclusión de que para qué me exprimo demasiado los sesos,
si al fin, quien sabe quién me vaya a leer, pero mi pretensión no es bablasear
(no me crean).
No
escribo porque me obliguen hacerlo, ni siquiera se la razón por la que lo hago
o quizá es que no haya una sola razón, sino diversas. Pero de algo estoy
seguro, que cuando escribo olvido temporalmente el momento en el que estoy
viviendo, naufrago por el mundo que hay dentro de mí, ya que hay cosas que
quiero decir y no las puedo sacar a colación por la faringe. Entonces llego a
la conclusión, de lo que no se puede hablar, mejor es escribir, y no es que
este parafraseando a Wittgenstein, pues para hacerlo tendría que entenderlo y créanme
no estoy ni cerca de hacerlo. El supuesto por lo que digo lo anterior, es
porque me vería como un verdadero idiota hablándole a un monitor, así que mejor
escribo, o mejor dicho “tecleo”.
No
tengo ningún propósito, fin, objetivo, misión, sentido, determinación o lo que
su doxa les dé a entender. Ya que no pretendo ser serio, pues creo que la vida
se nos acaba intentando ser serios, por lo que sólo se intentará causar una
buena sensación, o como se dice: “un buen
sabor de boca” (en el buen sentido, por favor). Aparte a veces—hoy es uno
de esos a veces— en que me parece que el mundo es perfecto y no se necesita
nada más que describirlo, y creo que lo dice claramente y bellamente Voltaire:
“El paraíso terrestre está donde yo estoy”
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