“… y hacer burbujas…”
Hace
un par de meses, talvez más, después de una experiencia de esas indescriptibles
y diáfanas, de ésas que llevo guardadas en un sellado recipiente de jabón, me dio
por preguntar ¿qué es un beso? Pregunta simple, absurda, nada reveladora si
ustedes quieren, pero pregunta que me vi decidido a tratar de responder. Les
ofrezco mi reflexión sin intención ni reacción de que sus besos se vean
afectados de ningún modo.
He de decir que un beso consta de
dos partes, en su mayoría ambas activas, aunque hay un caso en el que sólo una
parte lo es. En este último caso se encuentra lo pasivo en aquello que no tiene
ningún ánimo que le mueva y la actividad se queda en aquél que besa, tal como
el inexperto que llena sus labios de ácaros residentes en su almohada antes de
dormir, con el inmenso deseo, gozoso o doloroso según medidas, de que esa
nocturna situación se torne en una distinta donde sus labios se llenen de
otros. En los otros casos ambas partes son activas, aunque el actuar sea
distinto.
Para explicar lo anterior, quizá de
mejor manera, imaginemos a un niño que sopla burbujas. Aunque todas las burbujas,
variantes en tamaño, son iguales en apariencia, no todas se consuman de la
misma forma. Hay burbujas que, sirviéndole de diversión al niño, chocan contra
su dedo, estallando inmediatamente dando paso a la efímera risa de éste. Hay
otras que se adhieren a alguna superficie, duran un momento, causando el
asombro del infante, y, al estallar sin aparente motivo, lo desilusionan por
fin. De otro orden son aquellas que no
logran liberarse del arillo de alambre y tela, propiciando un cuasinfinito soplar.
Además tenemos a las renegadas que se van con y en el viento y simplemente
explotan sin haber dado con nada directamente. Y por último, están las dos
pompas que chocan una con la otra formando una sola y más grande que le regala
la más inmensa alegría al soplador y al verla estallar grita jubiloso, buscando
repetir por siempre aquel glorioso fenómeno. De forma similar sucede con los
besos, besos que dependen de dos: del que besa con labios de aguja que explotan
a unos labios de burbuja; de los que besan dejando tristeza y/o rabia sin
llevarse nada; de los besadores de almohadas; de los que se dejan llevar con el
viento, simple y llanamente, sin darle más al beso que el aire que lo impulsó;
y por último, de labios que besan y son besados perpetuando la felicidad.
Así todo beso, de cualquier manera,
hace que las dos partes tomen una postura al hacerlo, y al verlo pasar, no sólo
en el cuerpo, que es lo de menos –nadie besa a quien no le gusta, y el gusto,
creo, está en el alma–, sino principalmente en el soplo que Dios nos dio. Por
el beso es que nos damos cuenta de que tenemos alma, de que no somos meras
maquinas que van por un cambio de aceite psicológico, de que queremos algo más
allá de nosotros. De este modo llegué a decir, hasta hoy, que el beso es parte
primordial de la naturaleza humana, y que por esto mismo está en esta misma naturaleza dar cuenta de que existe el alma, e incluso vislumbra que hay tipos de
ésta.
Estas reflexiones, por su nimiedad,
terminaron de manera muy divertida para mí, pues me agradó mucho cómo al
pronunciar las palabras beso y pompa los labios se mueven como a la
hora de besar; cabe señalar que en esa hora no interesan tanto las reflexiones, sólo interesa
el beso mismo, ¿o no?
Talio
Maltratando a la musa
Un calé
Justo
entre las lágrimas y la risa
camina
un hermano de esos de Egipto,
de la
India, o de allende la brisa,
buscando
una forma de llegar a Cristo.
Llora
porque un día forjó los clavos
que
dieron muerte a la Rosa del Mundo;
y ríe
porque ni jugando a los dados
se ha
escapado de ser un vagabundo.
Es
perseguido por todos los pueblos
que
temerosos le niegan la mano:
le
creen un ladrón e incluso arcano;
él
sólo busca llegar a los cielos
siguiendo
la ruta del buen hermano.
Él es
un hombre. Él es un gitano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario