El otro día iba ya en camino para mi casa, en el transporte que tomo
ordinariamente, éste es un pequeño compartimiento en donde deben entrar 19
almas, no importando tamaño, olor, raza o color (aquí sí noto la idea de la democracia;
todos somos iguales), y para que obtengas los beneficios que te da este pequeño
lugar, solo debes pagar tu respectivo pasaje. En este vehículo hay un pequeño
protocolo, si eres el último en subirte, ya valiste, te tocará apenas tocar el
asiento con tus asentaderas, eso sí encuentras un alma piadosa, sino prepárate
para luchar a muerte por entrar un poco en el asiento.
Yo, ese día pude ocupar un lugar en donde pude ir bien
sentado, no era un buen lugar, pues ésta parte de la combi es en donde ves
pasar lo que otros ya vieron anteriormente (en el sentido literal, no
metafórico), ya que es el único asiento donde vas de espaldas, atrás del
conductor. Al ir atrás del conductor, tienes una perspectiva general de la
combi, ya que ves a todos y escuchas todo lo que hace el chofer,
desgraciadamente más su música, pero es aquí cuando veo una evidencia de lo que
dice Sócrates en la República, que la
música es la que más penetra el alma, la que afecta vigorosamente, pues trae
con ella educación y gracia de la belleza. Que el conductor de la combi no
tenga conocimiento de lo que dice Sócrates, no es su culpa, pero ese problema ya
lo veremos después (eso si al autor de esto no se le olvida). Entonces, ¿Cuál
es el problema que tratare? Este problema del que se hablará, es porque sigo
escuchando gran parte de lo que dice el conductor, pero ahora con una pasajera
que va adelante, que es igual de ruidosa.
Releyendo lo que
he escrito, me puse a pensar que ustedes podrían pensar que razón tengo para no
ignorar el ruido que iban haciendo las personas que estaban en la parte de
adelante del vehículo (yo me preguntaría lo mismo), sencillamente porque me
aniquilaba el aburrimiento, ya que no llevaba audífonos y creo que mi cerebro
estaba conspirando contra mí, pues no me llegaba nada que valiera la pena pensar
—irónico ¿no?—, aparte en este lugar que ya les mencione en que iba, no se
puede dormir, todos te pasan su pago (por esto no es un buen asiento).
Por eso estaba destinado a soportar semejante martirio,
pero entonces, a la acompañante del chófer se le ocurrió decir algo interesante
(no creo que ella dijera esto para serlo) quizá mi mente como instinto de supervivencia
me hizo verlo de este modo. Pero ya basta de blablasear y vamos a lo que nos
interesa.
Lo que menciono la
mujer es algo que percibió durante su estadía en la combi, pero que venía de
afuera, del exterior, y esto eran a dos hombres trabajando arduamente en una
zona muy peligrosa, y creo que fue la causa de que ella dijera: —¡que peligroso!
Como arriesgan su vida.
Éste hecho es que
logro que yo prestará atención a lo que estaba afuera, también alcance a ver a
estos dos hombre a los que ella mencionaba, y tenía totalmente la razón, era un
lugar sumamente peligroso, ya que estaban en plena autopista, por los muros de contención,
limpiando. No había nada que advirtiera a los conductores sobre estos dos prójimos.
Lo que menciono la
mujer después, es lo que me ha motivado a reflexionar. Lo que dijo nuestro
personaje fue: —Para lo poco que les pagan, ¡pobres!— (Con un tono de lastima) —¡oh!
Súbele a esa canción. (Perdón, lo importante es lo viene antes del ¡oh!) .
Las dos líneas que
menciona nuestro personaje, creo que son grandes motivos que dan para pensar un
buen rato, ya que vemos que como estos dos hombres que arriesgan su vida hay
miles. Mientras, que por el otro lado ver si lo que dijo la pasajera es lo que
piensa la mayor parte de los habitantes de nuestra sociedad; que vale la pena arriesgar
nuestra integridad física, si hay una buena remuneración per cápita, y que
problemas trae pensar así.
Continuara…
No hay comentarios:
Publicar un comentario