¿A
quién se admira o elogia? Los ojos han escuchado descripciones de hombres
ensalzados, donde los elogios parecen ser sólo un abono de gratificación a sus
acciones. El honor era esa búsqueda de todo aquel que, pretendía ser el mejor
de todos. La valentía era una de las virtudes más elogiada. Hombres que han
quedado en el recuerdo de las páginas y que, son traídos al presente por
aquellos interesados en la poesía, la literatura o la historia, siendo éstas las
únicas puertas de acceso a tales seres. Aunque tal vez no sean puertas, sino
tumbas, donde se ha sepultado el recuerdo de tales hombres. Y debido a ello,
cuando se escuchan los testimonios de lo que fueron, parece que se acude a
visitar un cementerio, donde al asistir, no se les ha olvidado.
De
manera que, si se considera que los hombres de honor y valentía son solamente
seres que viven en el recuerdo que la poesía o la literatura hacen, ello parece
ser que, estos seres son ajenos a la realidad de este siglo que se vive. Es
decir, la primera impresión que se lleva al leer los elogios atribuidos a los
más grandes hombres es que parezca una exageración y, en el pésimo ejercicio de
comparación con la cotidianidad de este siglo, trae como resultado la
consideración de que, sean hombres creados de la fantasía o el deseo de quienes
pretendían alcanzar tal grado y que, por ello quizá, parecen carecer de
realidad.
¿Por
qué es un pésimo ejercicio comparar a los hombres del recuerdo con los de la
cotidianidad de este siglo? Se puede decir que, las condiciones son distintas.
Es decir, en una respuesta bastante osada, la configuración de la realidad
obedece a las condiciones e intereses de quienes viven en ese “ahora”. Por ejemplo,
si el honor y la valentía eran el grado más alto que pretendían obtener todo
aquel que quisiera ser el mejor de los hombres, entonces esa realidad se
caracterizó por la presencia de estas virtudes. En donde no sólo se les
pronunciaba elogios, sino que se les creaban odas o himnos. Y por ser el máximo
grado a obtener, se hacía todo lo posible por recordar las acciones tan
valerosas.
En este
siglo XXI, las condiciones de vida se han modificado, el honor y la valentía,
no son el grado máximo a alcanzar, nuestra realidad se ha configurado
obedeciendo a estos cambios. La valentía se ha sustituido por el miedo. Y la
noción de honor, parece que se ha dejado de lado. Las odas donde se ensalzaba
las mejores acciones, se han cambiado por canciones donde se describe la vileza
que puede alcanzar el hombre. De esta manera, no es tan sencillo encontrar un
punto de comparación, por así decirlo, entre estas dos realidades. Pues
obedecen a configuraciones distintas. Y respondiendo a la pregunta inicial, a
quien se le admira y elogia, da cuenta del deseo que particularmente se
pretende alcanzar y, de quienes somos.
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