Presentación

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lunes, 23 de noviembre de 2015

En tierra desconocida

Quiero recordar. Quiero recordar el soplo que Dios no dio. Ese cuasinfinito soplo que enarbola aquella imagen, un tanto difusa, que atraviesa nuestro constante presente. Primero buscaré en la experiencia, luego en la imaginación.

En mi experiencia, ¿dónde buscar el soplo divino?, ¿Acaso ya lo he sentido? Tal vez se halla en las plantas, en los animales, en los astros, pero, ¿no son todos ellos, a su vez, creación del soplo divino? Osado ladino, sigue buscando. Un beso, sí, aquel pacto que sella el amor juvenil o pueril. Pero no me refiero al beso consumado, donde se unen las dos partes, sino en el beso que se vuelve suspiro, como narrara Urbina en su Metamorfosis. De lo contrario sólo hay un encuentro de dos cuerpos semejantes. Pocas veces queda uno satisfecho con un solo beso, y pedimos uno más. El suspiro, como residuo potencial meloso del enamorado lleva implícito el aire, el que, a su vez, nos fue entregado al nacer. Pero no sólo los amantes suspiran, aunque en ello parezca enmarcarse la fe de su amor. Si el soplo divino ya se asoma al nacer, ¿no también se hace presente al suspirar? Así, el enamorado suspira no sólo después de un beso, sino antes del beso, de aquello que no ha logrado alcanzar como objeto de sus deseos. Memoria, pára las imágenes de mi pasado, ahora quiero saber por qué suspiro.

Suspiro porque quiero algo, pues no lo tengo. Se apodera de mí la tristeza que, poco a poco, se convierte en nostalgia. Para mí el nostálgico por antonomasia es Odiseo, ya que nostalgia es sentir dolor por lo difícil y complicado que resulta regresar a la patria, en primera instancia, luego de lo que se desea por haberlo perdido. No en vano las historias que narraran el regreso de los héroes griegos una vez saqueada Troya se llamaran Nostoi, (Los regresos en griego). Nostalgia tiene la misma raíz. El dolor que acrecienta en uno al no conseguir lo que una vez se tenía y constituía su dicha se convierte en un regreso (nostoi) doloroso (algos), en nostalgia. Es su recuerdo lo que nos hace suspirar, pues queremos volver.

Imaginación, acude en mi ayuda para continuar mi búsqueda, que no me está siendo nada fácil. Es verdad que la vida está llena de mareas sociales, olas de conocimientos, de tempestades pasionales, de calmas expectantes, de lluvias morales, pero no puedo ser aventurero en aquel mar si no tengo algo que me ayude a regresar a tierra firme. Pero, ¿cuándo estuve en aquel puerto de la vida feliz?, ¿Cuándo me hallaba en aquella patria que constituía mi felicidad o, si se quiere, la felicidad de los hombres? Al menos no en esta vida, de eso estoy seguro.

Tal parece que, una vez arrojados a ese mar proceloso al momento de nacer, siempre hemos estado buscando aquella tierra firme. Parece que en esta vida nunca hemos pisado ese jardín junto al mar que narra Machado. Entiendo que Machado, al rematar su Parábola III diciendo: “y el jardinero se fue por esos mares de Dios”, no se refiere al regreso de aquel mar lleno de mareas sociales, sino irse para ser un marineo que busca a Dios. Nunca hemos visto ese jardín junto al mar. Entonces, ¿cómo recordar lo que no hemos vivido?, ¿Cómo, en esta vida, buscar los mares de Dios que nunca he navegado? Buscando el bien, me dirás con ese gesto en tu rostro que dibuja una sonrisa, lo sé. Y te pregunto, ¿Cuándo vio Dios que éramos buenos? En la creación, presiento que me dirás, pues al sexto día no dijo Dios que era bueno, sino muy bueno lo que había hecho.

Entonces, ¿cómo recordar el soplo divino? Mi experiencia e imaginación han ofrecido sus faenas, quédame, por último, creer. Es decir, confiar en que algún día regresaremos y lograremos pisar ese jardín del que hemos nacido, de donde procede el soplo divino. Te creo, y espero me ayudes a ver lo que ni el ojo vio ni el oído oyó ni vino a la mente del hombre, pues el aventurero sólo lo es en tierra desconocida. Explícame, pues, cómo creer en lo que no sé.


Aurelius

2 comentarios:

  1. Dice el buen Tomás que para ser eternamente feliz -y suspirar, no por nostalgia, sino por alivio, quizá- hay que divertirse, después buscar conocer, luego buscar a Dios, y por último comer y bañarse. Esto último me queda completamente oscuro, pero de lo que sí tengo noticias, es que en la mocedad de la niñez, en que sólo sabemos diferenciar entre lo divertido y lo aburrido, es que tenemos experiencia de la felicidad, pueril, sí señor, pero ¿qué niño, por más forzado a crecer que sea, no encuentra la felicidad en las cosas más simples? De ahí crecemos y buscamos saber, saber qué es la felicidad, y ya sea que ingenuamente encontremos pronta respuesta, o busquemos eternamente, seguimos creyendo en lo que alguna vez, sin reparos... Al buscar a Dios, sepa Él que andemos haciendo, pues yo no estoy completamente seguro de saber la diferencia entre buscar conocer y buscarle. De tal modo, mi buen amigo Aurelius, si acaso he sido aunque sea un poquitito claro, creemos en lo que no sabemos, porque en la inocencia lo vimos, y en la inconsciencia lo vivimos. Por eso aunque andemos en tierra desconocida seguiremos caminando, qué mejor que hacerlo como cuando niños, sin miedo a caernos y facilidad para levantarnos

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    1. Juan de Dios Peza en "Fusiles y muñecas" pide que a sus hijos no se les turbe su inocente calma, pues de ser así la espada y la cuna son de verdad y matan el alma. Creo que esto es otra manera de decir que en la inocencia (o niñez) no existe el bien y el mal. La felicidad pueril me suena más a la felicidad temporal que alude San Agustín cuando ve al mendigo que se siente feliz con unas cuantas monedas. La causa de la felicidad puede ser distinta en cada hombre, pero de ser así no existe el gozo de la esperanza fiel, universal a todos. Cuando niño, sólo diferenciaba entre lo placentero y doloroso, buscando lo que me servía a mi bienestar y amando a los que me querían servir; huía de lo que me perjudicaba y odiaba a los que me hacían daño. De estos primeros movimientos del corazón nacen las ideas del bien y el mal cuando jóvenes, pues de no ser así, paréceme, no sabríamos cómo diferenciar lo justo de lo injusto. ¿Sentimos y vimos la vida feliz sin el conocimiento de lo bueno y lo malo? A no ser que pienses en que no hay diferencia entre la ira de un tirano hacia su pueblo y la de un bebé hacia sus padres.

      Por otra parte, querido Talio, para mí es importante la diferencia entre buscar a Dios y solamente buscar conocerle ya que, de lo contrario, ¿cómo puede uno vivir bien si no tiene lo que busca, es decir, si no tiene a Dios? Buscamos lo que no tenemos, porque no conociendo a Dios fácilmente podemos invocar una cosa por otra. Acepto que creemos en lo que no sabemos, pero no porque se haya vivido en la inocencia.

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