Presentación

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jueves, 19 de noviembre de 2015

Monstruo

¡Oh niebla del estado más sereno,
Furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
De verde prado en oloroso seno!
Luis de Góngora

Cierto día, cuando daba inicio a mis actividades cotidianas, fui testigo de la discusión entre una pareja de supuestos enamorados. Digo supuestos porque el varón durante el trayecto señalaba su amor hacia ella y, por ello le hacía ese tipo de reclamaciones. Por otra parte, ella insistía en que eso no era amor, pues no tenía justificación que le hiciera algún tipo de reclamo, y si era cierto que la amaba, tendría que aceptarla así porque no consideraba cambiar por ningún motivo. ¿Qué le molestaría tanto a este varón? Por los señalamientos que ella pronunciaba, esta relación se veía afectada por los celos.

Al ser testigo de esa discusión me pregunté: ¿a qué le llamamos celos? Y ¿por qué éstos se consideran parte del enamoramiento? Considero que los celos son como un manto que antepone entre la especulación y la realidad. Siendo así que se den por hecho sucesos que no pasaron. Despertando la furia en los enamorados y desatando los peores tormentos que derriban al enamoramiento. Parece que ningún enamorado se libra de sentir celos alguna vez, en algún momento experimentó con este mal que perturba su dicha. En ese sentido puede considerárseles como naturales en el enamoramiento, sin embargo ¿por qué el enamoramiento causa tantos males?

Dejando un poco de lado una breve descripción de cómo se considera a los celos, si éstos son naturales, ello quiere decir que al estar enamorado y reducir la existencia del amante al amado, éstos aparecen de esta manera. No obstante, los celos parecen ser una amenaza, pues despiertan cuando al ser amado se le percibe distrayéndose con la presencia de alguien más. Pero esta tercera persona que aparece es considerado como un enemigo letal, ya que éste ha sido capaz de lograr atraer la atención de quién se ama y, automáticamente se da inicio al tormento. Donde al estar cegado por esa furia, el amor queda de lado y lo que ahora reina es el atender a que esa persona se aleje. Pero no sólo el enemigo se aleja, sino también al ser amado.


Alguien podría considerar que los celos son muestra de alguien posesivo e inseguro. Pero si la existencia del amante gira en el amado siendo éste su razón de ser, no me parece que se trate de un obsesionado o posesivo. Pues en tanto que se siente amenazado porque alguien más intenta arrebatarle una parte de su vida o su vida misma, pues es natural que se enoje y lo defienda. Pero, no estoy sugiriendo que los celos son condición de posibilidad del enamoramiento, sino que la intención es subrayar que éstos son parte del estar enamorado. Y el desenlace de cómo ha sido manejado este monstruo dará cuenta de qué tan egoísta o enamorado se está. Egoísta en el sentido de solamente atender a la propia ira y preocuparse en no perder al ser amado, dejando a éste de lado, olvidándose del amor. Quizá por ello los celos son ese monstruo que desata un tormento en el corazón. 

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