Presentación

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jueves, 3 de diciembre de 2015

Alguien

Hace algunos días prometí a una persona muy especial hablar de este tema, la experiencia de remitir los pensamientos a la existencia de una sola persona. Tal vez parezca que estas líneas describen a un obsesionado u obstinado, sin embargo, al hablar de este tipo de experiencia, la intención es dar cuenta de que no se trata de un trastorno o que se padece de algún mal, sino que se trata de una fuerza que se apodera de la voluntad. Esta nueva fuerza que despierta y que no se sabe con certeza de qué se trata, primeramente causa inseguridad, extrañeza, miedo y en algunos casos, enojo por no saber cómo reaccionar ante ello. Múltiples interrogantes se abren acompañadas de una gigantesca sombra de miedo. ¿A que se le teme? Me parece que en este sentido, todo cambio, causa cierto temor, pues el perder el control de nuestros pensamientos es uno de los tormentos más aterradores.

Pareciera que controlamos lo que pensamos, pero ¿qué sucede cuando se está pensando en el argumento de algún texto que se lee y éste se ve interrumpido por el recuerdo de alguien? Este alguien es capaz de conquistar y de deshabilitar y, su existencia comienza a coronarse ante la nuestra. El recordar a ese alguien produce una sonrisa, una lágrima o el enojo porque su recuerdo es el causante de distraer y perder el control de los pensamientos. Pero este descontrol cada vez es más frecuente y ello conduce a un terreno de arenas movedizas, donde la incertidumbre es lo único que se tiene.


La situación se complica al estar frente a la presencia de ese alguien. Hay un signo que se manifiesta y da cuenta de que se ha perdido el control total, ya no sólo de los pensamientos sino de las propias funciones del cuerpo, éste es el rubor que tiñe el rostro. El corazón comienza a palpitar aceleradamente, un temblor inexplicable se siente en cada extremidad y todo el entorno se desvanece centrando la mirada en los ojos de esa persona. No se escucha ni se ve a nadie más, sólo ese alguien. Pareciera que el mundo se reduce a su existencia. Y esta fuerza despierta al miedo. 

Miedo de haber perdido el control, de que el mundo es ahora su presencia, ya sea mediante su recuerdo o físicamente. Miedo de que esta situación incomode a ese alguien y, por ello se aleje. Miedo de ser incapaz de controlar esta fuerza. Habrá quien nombre esto como “dependencia”, pero el nombrarlo una o de otra manera, no cambiará lo que se padece, ni mucho menos aclarará el escenario. La sombra que ahora persigue los pensamientos es su recuerdo. Recuerdo que alegra y entristece, que ilumina y oscurece mis días, pero pese a lo sucedido, agradezco que reine su recuerdo en mis pensamientos. Espero haber cumplido con la promesa, amiga mía, y a pesar que ese alguien no leerá estas líneas, recordarlo ha dibujado una sonrisa en mi rostro.    

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