Deshaciendo el equipaje*
Qué extraño no verte (buena) cuando te veo
(mala), y sin embargo sentir [te] (mala) que ya te veía (buena) venir (¿mala?).
No era más de lo que debía, pero sobresalía. En
verdad una mujer. Ella es buena y tiene sus labios de miel, no porque con ellos
atrape zánganos, sino porque de ellos da de beber al hombre que está muriendo
de sed. Es una bella mujer. Nadie niega su belleza, y no necesita darse a desear.
En verdad creo que sé. Pero no sé bien lo que
sé. Quizá deba saber más de mi saber. Pero si ya sé, ¿para qué? Para saber lo
que en verdad sé. ¡Así de terco es el saber! ¿Eso será saber? No lo sé. Y ahora
que no sé ¿Debería desconfiar de mi saber? ¿Y después en qué creer? ¿Aún puedo amar a la bella y buena mujer?
¿Me salvará la buena y bella mujer?
Esto aún no termina. A viajar volveré.
Javel
*En un inicio estas consideraciones iban a
llevar el título de “Falsos presentimientos”, pero creyendo que podrían tomarse
como poco serias o con falta de fundamentos, es que decidí optar por otro título
que hiciera referencia a un momento más íntimo en la vida del que vuelve la vista atrás en este camino.
Interesante. Amo cuando se juega así con un verbo.
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