Estaba arriba, en mi habitación, la puerta cerrada, toda la luz apagada y aún así lograba escuchar el murmullo de sus voces. Todos ahí reunidos, comiendo y bebiendo como si festejaran al santo patrono de la hipocresía. Entonces escuché que alguien brindaba por la familia, pues nada importa salvo que la familia esté unida. - ¡Por la familia!
No pude evitarlo, maldije y arrojé de mi cama el único objeto ajeno a ella, el libro de Paulo Coelho. Es que este año era mi propósito de vida no criticar nada que no conociera, ni aun porque recibiera las peores criticas de todos los intelectualoides. Por eso decidí darle una oportunidad al tipo y ¡vaya que era malo! Aunque, después de todo, eso no era tan relevante, el tipo hace que la gente se acerque a la lectura, ¿no es eso lo que tanto se promueve? Después de todo, no creo que todos (nadie) nazcan con un gusto irrevocable por la literatura rusa, la "buena poesía" y un amor natural por las paginas de Hegel. En fin, me dejé caer sobre la cama, cerré los ojos y sin querer pensé en el motivo de nuestros propósitos, siempre pensamos que todo va a salir mejor este año, pero algo siempre sale mal. ¿Qué tal si no es la fórmula la que está mal? Tal vez son los elementos equivocados, tal vez somos nosotros los que salimos sobrando, me dormí.
Al abrir los ojos ya no había ningún ruido, mi ventana estaba abierta y entraba un gélido viento. Tuve la intención de levantarme a cerrarla cuando me percaté de que en la oscuridad algo se arrastraba por mi ventana: una sombra espesa, casi solida, entraba y se deslizaba sigilosa por el suelo, se camuflajeaba con las sombras. En un momento estaba en mi cama ¡al lado de mis pies! Aunque no tenía ojos sabía que me miraba. Se arrastró acechante, no hacía ningún sonido y yo por más que lo intentaba no podía moverme, ¡yo no podía moverme!, ni siquiera podía emitir sonido alguno; sólo se me ocurrió llorar, no pude.
¡Esa cosa se arrastró hacia mí y subió en mi cuerpo!, pesaba como el cemento, aunque sólo alcanzaba las dimensiones de un gato grande. Lo vi reptar hasta mi pecho, una desesperación innombrable hacía palpitar todas las venas de mi cuerpo. Sudor frío escurría por mi frente, y sólo deseaba que todo se terminara. La cosa se detuvo en mi pecho y una tenue luz me dejo percibir pelos... como un erizo o tal vez como una bola de espeso y repugnante pelo negro. Sentí el horror mas inverosímil que se pueda describir. Hasta el llanto huía de mí. Desperté. El sudor llenaba mi frente, obviamente no había nada. La ventana estaba cerrada. Todo en orden. Mire el reloj de pulsera que llevaba en la mano derecha: 1:00 am.
Llevaba un segundo enjugandome el sudor del rostro cuando la alerta sísmica se activó, aunque no era la alerta sísmica. Una voz femenina retumbó en los altoparlantes de las escuelas. Todos los demás ruidos se apagaron. La voz sentenció:
Se pide-e-e su colaboració-o-o-n para enconconcontra-a-ar a una persssso-o-o-na dedesaparecida-a-a hace tre-e-e-s días. Lleva ve-e-e-stimenta-a-a gris y una cajajajajaja-mochila-a-a a la espalda. Si la-a-a llega a ver opripirprima-a-a el botón de emememergencia-a-as más cercano-o-o. Siga la-a-as innnndidi....
Ese era el mensaje, acompañado de un sin fin de ecos. Cuando se interrumpió el mensaje los perros aullaron cinco minutos sin parar, se detuvieron y no se escuchó nada más. Un escalofrío me recorrió. Dudo mucho que cualquiera que haya escuchado ese mensaje no haya tenido una terrible sensación, la que yo tenía. Y es que al instante que la mujer habló su voz estuvo acompañada de ecos y se escuchaba como cuando un disco se raya. Hubo momentos en los que parecía una grabación vieja y dañaba, una broma de muy mal gusto. Muy tétrico para la celebración de año nuevo.
Mis delirios de persona joven/adulta-pesimista me hicieron levantarme enseguida de la cama, bajé corriendo a la sala, no había nadie. Esas horribles personas se habían marchado, no me sentí feliz. Llamé a gritos a mi hermana y a mi madre, nadie contestó. Subí corriendo a la azotea, miré la ciudad que estaba inquietantemente callada. Bajé la vista a las calles y éstas estaban llenas de un tipo de neblina espesa y liquida al mismo tiempo, una neblina gris y repugnante como las ratas, olía a podredumbre, olía a muerte. Desee haber hecho más, haber estudiado astrofísica o biología marina. No debí perder horas de mi vida leyendo ese estúpido libro...
Mi casa estaba colina arriba y podía ver como ese asqueroso lodo flotante se arrastraba, o flotaba, cuesta arriba. Lamía las calles y en las paredes de las casas dejaba un rastro de algo que parecía sangre. Escuche el grito de un niño, como a dos calles de ahí. Un grito gutural y desesperado. Entonces lo entendí todo: todos íbamos a morir. Caí de rodillas y esta vez sí asistieron las lagrimas, escasas y amargas lagrimas.
1:11 am
Supongo que este escrito tendrá continuación, si no la tiene, me quedan dos preguntas: ¿el escrito es una metáfora o imagen de la soledad? La siguiente te la comento en cuanto esta sea respondida, pues ambas van unidas argumentalmente.
ResponderEliminarNinguna de las dos je. No tiene continuación, está escrito así porque era mi intención que el que lo lea tome la decisión de imaginar los pedazos borrosos de la narración. Es un burdo intento por escribir un relato de "suspenso", no hay un gran trasfondo. Claro está que el lector es quien termina cualquier escrito, pues él da un significado a lo que lee y tal vez a ti te hizo pensar en la soledad, lo cual a mí me agrada bastante. Aunque, si lo que preguntas es mi intención, te diré que estaba pensando más en la desolación, aquella que se debe sentir al contemplar la Verdad, la devastación de la verdad (en el caso del relato es saber que todos están muertos y que él también va a morir).
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