Los días que transcurren. Llevan su
propio ritmo. Algunas veces demasiado lentos, otros tan rápidos que no notamos su ir y venir, y los cambios que traen consigo hasta que nos detenemos, y
nos obligamos a observar lo que nos rodea. Rapidez, tranquilidad, armonía,
definiciones que podemos aplicar a los días de nuestra vida… Así como los días
llevan su ritmo, también las vivencias que forjamos entre hombres, tienen su
propia tonalidad.
En la vida conocemos y nos
familiarizamos con muchas personas, algunas de ellas, en un segundo se
convierten en personas importantes. Se vuelven especiales. Con otras la unión,
se da más lentamente, requiere mayor esfuerzo, pero aún así se logra establecer
un vínculo. Un día cualquiera nos percatamos de la existencia de una persona, y
ella se vuelve parte de nuestra vida. Puede convertirse en un amigo, un
conocido, alguien que admiramos o amamos. El vínculo se ha establecido. Su
existencia comienza ser importante.
El poder mantener los vínculos,
cuando la persona ya es importante, parece ser la tarea más difícil. El ir y
venir de los días, nos alejan de esas personas importantes. Y en muchas
ocasiones cuando nos detenemos para buscar a ese alguien especial, ya es tarde. Entonces nos preguntamos en qué momento
inicio todo y en qué momento el vínculo se rompió sin que se pudiera hacer nada…
Y en uno de esos, tranquilos y melancólicos, días, sin más, nos sumergimos en lo profundo de nuestros recuerdos. Nos damos la oportunidad de revivir aquellos vínculos que hemos
perdido, y aquellos días que fueron y son importantes, en nuestra vida. Recordamos
cómo personas especiales han ido tejiendo nuestra vida, nuestra realidad y el
rumbo de nuestros sueños.
Un vínculo es un hilo fino, del que
muchas veces nos percatamos, sólo cuando la persona se ha ido.
Sarasvati
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