Presentación

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lunes, 25 de enero de 2016

En vilo

En vilo
La visita papal en puerta nos intriga y, a muchos, nos emociona cándidamente. Las actitudes públicas que ha mostrado, incluyendo su encíclica, no han sido del todo comentadas por la opinión pública, o no como podría hacerse. Los detractores no pueden sentir su ataque sin un dejo de ambigüedad, por llamarle algunos un “Papa progre”, por su defensa de posturas que consideran contrarias a la dogmática de la Iglesia. Otra parte prefiere el silencio. Pero la visita no sólo debe ser entendida a la luz de las turbulencias políticas, por más que, inevitablemente, una visita papal siempre tenga fines políticos.
No debe entenderse así, porque los fines políticos no se entienden en su totalidad si desvinculamos el mensaje misionero de Francisco del principio evangélico mismo de una misión: las virtudes cristianas, y la buena vida a la luz de la idea del prójimo. Todo el morbo de los medios que se alimenta por el misterio de lo que sucede podrá dar materia de especulación, pero nunca nos hará entender y saber qué podemos esperar de su visita, dejándonos con la duda incluso después de la partida del Santo Padre.
Tildar a un papa de progre puede ayudar mucho en el discurso público, como lo muestra la aprobación en las redes sociales que tuvo la visita papal a E.E.U.U., pero nos deja con el problema de separar la posibilidad de entender su mensaje como auténticamente católico. Lo cual quiere decir que seguiríamos estancados en pensar la violencia, la homosexualidad, la paz y la política como temas hacia los que Francisco quiere abrir el pensamiento y la razón cristiana, como lo ha demostrado con sus mensajes públicos y su valentía civil. Salvar ese abismo podría hacer que algunos despertaran de la fantasía moderna, y brindar a los que batallan en el frente contrario una causa por la cual repensar a un enemigo que creían muerto, y que, según él, es vano el esfuerzo por considerarlo como enemigo.
El rencor anida con facilidad en un corazón; sobre todo en nuestros tiempos, como nos consta. La visita a uno de los países con cifras más católicas no debe hacernos halago, aunque tampoco arrancarnos la esperanza. Notoriamente, y en la superficie, las sedes escogidas para la visita reflejan una preocupación por abrirnos los ojos hacia el pan nuestro de cada día, nombre que damos a la violencia desatada por la inutilidad de la política y por el imperio del narco; pero en el fondo encubren también un problema que nos pesa discutir: el significado de una comunidad política, más allá de las diferencias que no nos agradan. Ligados están los temas; lo están de manera profunda, pues la violencia es la herida jamás suturada por la que mana la sangre de nuestros fracasos morales.
Sajada la herida, es importante que reconozcamos el dolor en ella, pues sin tal reconocimiento las goteras de sangre seguirán marcando el rumbo de un sinsentido. Son esas heridas las que quizá puedan entenderse mejor si las comparamos con las heridas del sacrificio. Las fracturas, como bien se verá, no se podrán sanear con la ira que generan, y creo que eso será parte central del mensaje papal. La ira y la admiración por el crimen son síntomas de las heridas que menciono. Aunque recobrar el sentido de una comunidad lleve más tiempo de lo que quisiéramos, sin sentir y entender lo común en lo bueno es imposible retomar el rumbo. El ejemplo de la valentía que no pierde la prudencia al ir a la zona de guerra, para aliviar al herido, debe ser contrapuesto a la insignia de lo que comúnmente entendemos por valentía: el hombre que todo lo puede, por cualquier medio.

La desigualdad entendida a la luz de la misericordia. Entender la pobreza de otro modo, más allá de su lugar en la escala económica. Es ésta la venda que hay que retirar de nuestras miradas. Hasta ahora, los medios le han favorecido a Francisco. Falta estar atento si eso sirve para entender el problema que, por lo que veo, los medios que lo han favorecido de tal modo pocas veces saben manejar de manera acertada. Quien entiende lo humano que hay en la pobreza, cerca estará de ver al misionero como hombre de paz, no sólo como diplomático. El sentido político que tanto se discute no es de mucha ayuda sin el mensaje político del cristianismo; y ése, aunque nos cueste admitirlo, requiere del perdón para la buena voluntad. Sólo a partir de ello pueden brotar los demás frutos de la fe. La llegada de Francisco viene a conmovernos ante la desolación que la mentira del progreso ha sembrado en nuestras almas.


Tacitus

1 comentario:

  1. Te agradecería mucho, y mis ojos aún más, si pudieras aumentar el tamaño de las letras.

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