Después de haber estudiado
horas enteras frente a la computadora, quise descansar un poco mis sensibles ojos
(por no decir inútiles) de la luz artificial. Me senté en un sillón de mi sala
(testigo de tantas horas enteras de sueño profundo); me sumergía en un sopor
donde no era consciente de estar despierto o dormido, era como caer sin
moverme. Entonces me cayó una mano (pensé que se trataba de un sueño), pero vi
a mi hermano y su brazo cubriéndome e inmediatamente desperté con un
sobresalto; el reía alegremente, gozando de haber robado mi descanso. Dijo que
quería ver una película, algo de espantos o de zombis, para reír un poco más; yo
le dije maquinalmente “sí”, para que me dejara de molestar. Prendió la
televisión y con ella mi mal humor aumentó. Sin embargo, a media película, del
mal humor salté a la indignación; hacia el final todo el enojo se había volcado
en tristeza. Mi sonriente hermano me preguntó: “¿te dio asco la película o por
qué la miraste con cara comprimida?” Pensativo y cabizbajo le respondí: “Antes
creía que las películas de espantos, principalmente las de zombis, eran hechas
simplemente para entretener a la gente. Ahora comprendo un aspecto más profundo
de ellas.” La respuesta consternó a mi hermano y me pidió una mayor
explicación. “Mira, le dije, en un ambiente de paz, donde la vida transcurre
con normalidad, un error humano hace proliferar la violencia; algunos intentan
contrarrestarla, promoviendo la unidad humana y la justicia. Los zombis son
aquellos que, como los delincuentes, se arman de ideas falsas sobre los hombres
y, basándose en ellas, los van destruyendo paulatinamente, con precisión y casi
sin culpa; también puedes pensar, a los zombis, como los torturadores que son
asquerosamente violentos. Dicho sucintamente: las ideas falsas sobre el hombre,
los errores humanos, justifican la violencia. Ante ello son pocos los que
atacan a los zombis, los justos y las buenas personas; los restantes sólo
quieren sobrevivir. Los productores y directores de esas películas son
conscientes de la violencia humana y nos advierten sobre ella. Prueba de su
inteligencia es que venden entretenimiento, para no meterse en problemas con
los violentos, cuando su principal objetivo es promover la justicia.” Mi
hermano tomó seriamente el inicio de mi discurso, pero enseguida volvió a reír
y me contestó: “tu alocada interpretación tiene un error: todos gozamos con
esas películas; nadie las ve buscando ejemplos de excelencia humana. Deja de
leer tantas noticias, hermanito.” Inmediatamente contesté: “el error no es mío,
sino de quienes eluden la realidad, prefieren el espectáculo, y la violencia les
resulta un entretenimiento más.”
Fulladosa
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