Presentación

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domingo, 24 de enero de 2016

Viendo zombis



Después de haber estudiado horas enteras frente a la computadora, quise descansar un poco mis sensibles ojos (por no decir inútiles) de la luz artificial. Me senté en un sillón de mi sala (testigo de tantas horas enteras de sueño profundo); me sumergía en un sopor donde no era consciente de estar despierto o dormido, era como caer sin moverme. Entonces me cayó una mano (pensé que se trataba de un sueño), pero vi a mi hermano y su brazo cubriéndome e inmediatamente desperté con un sobresalto; el reía alegremente, gozando de haber robado mi descanso. Dijo que quería ver una película, algo de espantos o de zombis, para reír un poco más; yo le dije maquinalmente “sí”, para que me dejara de molestar. Prendió la televisión y con ella mi mal humor aumentó. Sin embargo, a media película, del mal humor salté a la indignación; hacia el final todo el enojo se había volcado en tristeza. Mi sonriente hermano me preguntó: “¿te dio asco la película o por qué la miraste con cara comprimida?” Pensativo y cabizbajo le respondí: “Antes creía que las películas de espantos, principalmente las de zombis, eran hechas simplemente para entretener a la gente. Ahora comprendo un aspecto más profundo de ellas.” La respuesta consternó a mi hermano y me pidió una mayor explicación. “Mira, le dije, en un ambiente de paz, donde la vida transcurre con normalidad, un error humano hace proliferar la violencia; algunos intentan contrarrestarla, promoviendo la unidad humana y la justicia. Los zombis son aquellos que, como los delincuentes, se arman de ideas falsas sobre los hombres y, basándose en ellas, los van destruyendo paulatinamente, con precisión y casi sin culpa; también puedes pensar, a los zombis, como los torturadores que son asquerosamente violentos. Dicho sucintamente: las ideas falsas sobre el hombre, los errores humanos, justifican la violencia. Ante ello son pocos los que atacan a los zombis, los justos y las buenas personas; los restantes sólo quieren sobrevivir. Los productores y directores de esas películas son conscientes de la violencia humana y nos advierten sobre ella. Prueba de su inteligencia es que venden entretenimiento, para no meterse en problemas con los violentos, cuando su principal objetivo es promover la justicia.” Mi hermano tomó seriamente el inicio de mi discurso, pero enseguida volvió a reír y me contestó: “tu alocada interpretación tiene un error: todos gozamos con esas películas; nadie las ve buscando ejemplos de excelencia humana. Deja de leer tantas noticias, hermanito.” Inmediatamente contesté: “el error no es mío, sino de quienes eluden la realidad, prefieren el espectáculo, y la violencia les resulta un entretenimiento más.”

Fulladosa

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