Presentación

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jueves, 31 de marzo de 2016

Crónica de una muerte


Aún recuerdo cada detalle con precisión morbosa. Era de noche, la cerveza se había acabado y alguien tenía que ir por más y, como siempre he sentido un estúpido gusto por ser "acomedida" me ofrecí. Es curioso porque lo recuerdo todo salvo sus rostros, sus nombres son sólo una pieza más en este rompecabezas de oscuridad. En fin, ellos dos se levantaron del sofá y se ofrecieron a ir. Salimos, nos detuvimos en el portón mientras uno de ellos encendía un cigarro.
- ¿Quieres?- Ofreció él.
- No quiero morir- contesté bobamente. Él hizo una mueca y comenzamos a caminar por la calle desierta. Era una calle completamente recta, casi era dorada, la luz artificial y los arboles contrastando a los lados le conferían ese aspecto fantástico, casi podía imaginar a la tal Dorothy caminando por ahí, era la luz o el alcohol.

Caminábamos los tres por la dorada calle. Ellos, que a pesar de no recordar sus rostros sé que eran mis amigos y lo sé porque cuando pienso en ellos aún siento algo cálido en mi interior (si eso tiene sentido), caminaban junto a mí, hablando y bromeando, yo iba absorta, callada, tal vez ya sabía lo que nos iba a pasar porque el silencio nunca fue, hasta entonces, una palabra que pudiera relacionarse conmigo. Ojalá hubiera bromeado con ellos.

Todo pasó en segundos, un tipo salió (y no es que haya salido de ningún lado sino que de repente fui consiente de él) de entre las sombras. Su sudadera rojo sangre rompiendo  la oscuridad y lo dorado de la calle ya era un mal augurio. Su rostro lo conozco, incluso tengo un nombre con el que se le identifica, sin embargo no tiene caso ya nombrarlo. Él, el dueño del único rostro que recuerdo me miró, sonrió socarronamente y nos llamó, nos pidió que nos acercáramos. Uno de mis amigos tomó mi mano mientras comenzaba a correr, yo le imite, mi otro amigo hizo lo mismo. Corrí por instinto, pues en mi amígdala algo se había encendido desde que miré aquel rojo brillante en la oscuridad. Miles de años de evolución no se equivocan. Aunque debo decir que la ayuda de mi ancestral compañera no sirvió.

Corrimos hasta el final de la calle y no nos aguardaba ninguna ciudad esmeralda al final de aquel camino dorado, sólo había una esquina oscura, no había luz artificial, no había brillo dorado, simplemente estaba la más cruda y natural oscuridad en su máxima expresión. Salió otro hombre de las entrañas de la oscuridad (vestía de gris) y el que nos venía siguiendo por fin nos alcanzó, nos acorralaron. Él, el que estaba uniformado del color de la sangre, se acercó a mí y me pidió (más bien me ladró) que le diera mis cosas y al mismo tiempo sacó una navaja. Nunca encontraré las palabras para lo que sentí. Las piernas me temblaban, y muy en el fondo, en lo más inconsciente de mi consciencia, no podía asimilar que todo aquello estuviera pasando. Si no fuera por mi actual condición tal vez aún no lo creyera.

Creo que pasaron tres segundo desde que el exigió que le diera mis cosas, miré la navaja, todavía pasó por mi cabeza que no le daría el billete de doscientos que tenía en el compartimiento secreto de mi bolsa, le dí el celular de trecientos pesos que llevaba, él movió su navaja hacia mí, yo la esquive y le balbuce que no era necesario, él me dijo que me había dado la oportunidad de hacerlo por las buenas y me hundió la navaja en el estomago. No sé si les haya pasado algo semejante, pero lo único que lleno mi ser fue el "esto no me está pasando". Sí, todo eso pasó en tres segundos, tal vez en menos. Y sí, me apuñalaron por un celular de trescientos pesos. 

Es tan...triste cuando algo así te pasa. No pude gritar ni reaccionar en el instante. Sentía demasiada tristeza y sólo solté una lagrima pues, realmente no podía, no puedo creer que me haya pasado todo eso aquella noche. Pero ya pasó... Un segundo después de recibir la primera puñalada el malparido me sumergió su asquerosa navaja otra vez, ahora en mi hombro, caí por el dolor. Que asqueroso escuchar como se corta la propia piel. 

Caí en pasto y entre todo ese caótico horror fui capaz de percatarme que había casas al rededor, aún tenían las luces encendidas y grité. Grité desgarradora y terriblemente, y aunque el dolor y toda aquella situación era horrorosamente indescriptible, admito que exageré para que la gente saliera y nos ayudara. (No, no puedo satisfacer su morbo, no sé que le estaba pasando a mis amigos en aquellos segundos de infierno). Es evidente: nadie salió. 

Yo estaba en mi exageración cuando de pronto, por el rabillo del ojo vi algo elevarse y aterrizar en mi pierna. No estoy muy segura si escuche un "¡cállate!" o lo pensé. Juro por Dios que ahí ya no exageré. Creí que un rayo me había partido la pierna (ahora sé que fue un machete) grité con una demencia y unas fuerzas sobrehumanas, aunque sólo fue por una milésima de segundo porque al instante vi un cuerpo caer frente a mí. La oscuridad le cubría el rostro, pero su brazo extendido cayó frente a mis ojos y pude ver como le cercenaban el brazo a aquella figura de rostro anónimo (que sabía perfectamente que era mi amigo). Un sabor-olor a sangre inundo mi sistema y pensé que era la sangre que me salpicaba del brazo que estaba siendo mutilado. Mas cuando intenté gritar me di cuenta que no podía. Me habían cortado la garganta, era mi sangre la que estaba degustando y olfateando. 

Sentí la sangre gorgoteando y algo en mi interior: era negro, era frío, se expandía como humo y me iba llenando al mismo tiempo que me vaciaba. Sentí desolación y un híbrido de paz y resignación. Al fin lo entendí: era la nada extendiéndose por mi ser en una especie de taquicardia pausada y axficiante... es difícil de explicar a alguien que no ha muerto. El vacío se fue apoderando de mí.

Ahora sólo soy silencio...



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