Presentación

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domingo, 20 de marzo de 2016

Cuestionamiento alrededor de "Recuerdos"



La vida y la lectura se abrazan, son hijas de una misma circunstancia: la realidad. Esto ya se ha dicho mucho, por muchas personas y de variadas maneras. Aquí sólo se recalca; con lo atrevido de la primera afirmación se invita, sin afectada cordialidad, pues la reflexión nunca debe ser tímida, a pensar las diversas maneras en las que se puede entender; con lo sucesivo se acotan sus sentidos. Sin la reflexión, la lectura y la vida se vuelven aburridas, así como también la realidad. Qué pena sufrir por pensar.

El argumento de la entrada Recuerdos puede sintetizarse así: recordar es bueno siempre y cuando nos permita mejorar; si nos estancamos en los recuerdos, no podemos mejorar. La entrada desarrolla mayormente la primera parte del argumento, intentando dar un ejemplo de cómo puede hacerse buen uso de un recuerdo; recordar nos ayuda a no caer en los mismos errores, mantenernos en la actividad que nos agrada e incorporarla a nuestra vida. Sin embargo, en Recuerdos se deja de lado el hecho de que el recuerdo sea transformado por el “aquí y el ahora” de modo tal que se recuerde mal; me explico: en un momento de profunda tristeza, un recuerdo alegre puede sobrevalorarse por el estado actual en el que se encuentra quien recuerda (el lector inteligente completará la analogía). Por otro lado, dependiendo el motivo con el cual se recuerda, puede servir más un recuerdo que otro, es decir, ¿para qué recordar a los incipientes aprendices de sofistas cuando ya se entienden sus notables limitaciones si lo que queremos es reflexionar? Quizás para ayudar a quienes aún no los reconocen, pues una parte de la reflexión es compartirla, pero los casi sofistas no propician daño alguno a la reflexión de quienes sí piensan; por el contrario, hay que advertir de las fabulosas artimañas de quienes saben encubrirse, de los auténticos sofistas. Reconocerlos es más difícil, exige mayor reflexión y autoexamen, porque nos gusta escucharlos y saben usar argumentos astutos. Si no recordamos un asunto en una situación confusa, reflexionamos poco, conservándonos en los mismos problemas ya aprendidos de la manera aprendida.

Quien se quiera mantener en la actividad reflexiva debe separar el recuerdo de las escenas fabulosas del recuerdo de los argumentos. Hay escenas para reflexionar, de las cuales se pueden obtener argumentos, pero hay escenas donde la principal actividad fue la reflexión; evidentemente son diferentes. La vida se compone de ambas, se lee, por tanto se reflexiona y, con actividades pertinentes a las recién mencionadas, se mejora. 

Fulladosa

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