Presentación

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jueves, 21 de abril de 2016

Arma de doble filo

-¡Por amor de Dios! ¡Por humanidad, no lo haga!–
-¡Yo no amo a la humanidad, yo no amo a nadie!-
De esa manera respondió el médico psicópata a la petición de sus víctimas. Muchas veces se ha escuchado decir que “lo que se hace es por amor o con pasión”, de ahí que se distinga entre vocación y profesión. Para algunos esta idea les persuade y, se alardean en definirse como profesionistas o que lo hacen por vocación. Ya sea por una cosa o por otra, lo cierto es que en el trabajo hay que develar lo mejor de nosotros, pues se supone que nos dedicamos a lo que nos gusta y apasiona. O eso es lo que nos hacen creer a muchos de nosotros cuando estamos en el período de la adolescencia, donde tenemos que decidir a lo que nos dedicaremos.
Pero, prescindiendo de todo lo que se dice al respecto de vocación y profesión, persuade que las cosas se realizan con amor o pasión. Sin embargo ¿qué sucede cuando se carece de ello? Se cree que se cometen bastantes destinos cuando se está enamorado y, lo mejor sería no estarlo. Y si la pasión rige el actuar, pues las consecuencias no son las más óptimas. Entonces el convencimiento de que lo mejor es no caer en los dominios de estas fuerzas, sería una solución. Aunque, regir el actuar por alguno de estos extremos no garantizará la felicidad o el bienestar.
Ahora bien, reiterando la intención del ejemplo del médico psicópata, se cree que una de las profesiones que atiende al prójimo, sin intereses particulares, es la de ser médico. Ya que ellos, se valen de cualquier medio para salvar la vida de los pacientes, agotan todas las posibilidades siempre con la misma finalidad, por la vida. Al igual que la ciencia, ella también trata de tender al bienestar de la humanidad, siempre en mejora de la supervivencia. De ahí la importancia de cuidar y prever por la humanidad y, los que se dedican a ello, al menos tienen claro que les apasiona su trabajo y, por ello buscan mejorar.
Sin embargo, cuando este trabajo cae en manos de quien carece de pasión, el desenlace es monstruoso y letal para la humanidad. Los alcances a los que llega son inhumanos, horribles y abominables. Quien actúa sin que lo mueva una fuerza, me parece que no es hombre, sino se trata de un enemigo para el resto de las especies. Es decir, para quien carece de amor da lo mismo beneficiar o perjudicar a la humanidad. Aunque, lo curioso es que siempre lo hace con miras para dañar a los hombres. No sucumbe al dolor, no se compadece, no siente la más mínima afección por los demás. Esta cosa, tiene la forma de hombre, pero no se comporta como tal, sólo es consciente de su superioridad y, por ello es capaz de producir el peor de los dolores.
De manera que, debe temerse a aquellos que carecen de amor, tal vez por eso sea bien merecido el calificativo de seres “fríos”, pues la ausencia es lo que los caracteriza. Son tan impredecibles y, eso es a lo que hay que temer. Pueden ser las personas más doctas, pero el conocimiento también puede ser un arma letal, ya que puede beneficiar, pero también puede aniquilar a la especie. Y he aquí en el problema en que me encuentro, pues ¿hasta dónde son considerables los alcances del conocimiento? Quizá los hombres no han previsto el otro lado de la moneda, creen fielmente que los avances siempre ven por la supervivencia y, no han considerado que éstos algún día nos aniquilarán. Pero, algunos creerán que eso es asunto de “ciencia ficción”. Sin embargo, considerar el conocimiento como un arma de doble filo resulta bastante persuasiva.



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