Hacer notas sobre algo siempre nos señala, siquiera
subrepticiamente, que ese asunto del cual estamos escribiendo es importante; al
menos así lo creemos. Hacemos muchas notas, pero ¿a qué nos ayudan las notas?,
¿suplen las carencias de nuestra memoria?, ¿son sólo señales que nos conducen a
un lugar al que ya hemos ido o a un sitio al que sospechamos cómo llegar? Por
otro lado ¿las notas personales son entendidas por quienes no las hicieron? Espero
que este manojo de notas sí sea comprensible para los demás, no sólo para
aquellos que se quieren especializar en los diálogos platónicos, sino también
para quienes les interese la educación y conocerse. Espero que, al menos, se
acerquen a mis notas porque mi escritura no les agrada y andan buscando fallos
por doquier en mis entradas, para encontrar en mí los defectos de los que, afortunadamente,
se ven felizmente librados. Una cosa más: mis notas no son definiciones,
tampoco son un comentario al diálogo, pues son aproximaciones; no son algo
sólido, general, que valga la pena rememorarse, que deban gozar del triunfo de
verse convertidas en notas o comentarios insignes en cotidianas tertulias; no
son algo con una unidad y una finalidad precisa, cualidades impropias de mí
como propias de los grandes maestros. Por tanto, todos aquellos que les
interese clarificar el diálogo conmigo y la escasa luz de mi lamparita, son
cordialmente invitados a hacerlo.
Teeteto es reconocido por Euclides y Terpsión debido
a sus bellas acciones, a su valentía. ¿Es más importante actuar para ayudar a
la comunidad que el saber cosas relativas a las matemáticas, la astronomía y la
geometría?, ¿es más importante o tan sólo más útil?, ¿existe una relación entre
lo que se conoce y lo que se hace? Estas incipientes preguntas, sospecho, se
irán desarrollando, complejizando, quizá respondiendo, a lo largo del diálogo.
Momentáneamente respondo: Sócrates sí cree conveniente que aquellos jóvenes y
brillantes estudiantes, como Teeteto, se conviertan en buenas personas. La
inteligencia sin la luz de la bondad es destructiva.
Pero, a aquellos dos presentadores del diálogo,
también les interesa lo que Sócrates y Teeteto hablaron, por eso Euclides lo
anota; no se nos debe olvidar que éste declara su falta de memoria. Si el
diálogo versa sobre lo que es el saber, la memoria ocupará un lugar central en
la discusión. ¿Un desmemoriado puede saber pocas cosas?, ¿esto quiere decir que
no podrá saber qué es el saber? Cuando sabemos algo, ¿lo tenemos almacenado en
nuestra memoria como algo escrito en un gran rollo de papel? O ¿nuestra memoria
es algo que, al ser parte de nuestra alma, se desarrolla, se mantiene en
constante actividad? Preliminarmente respondo que nuestros recuerdos no se nos
presentan como una reacción, es decir, cuando hablamos sobre lo que sabemos no
lo vertemos tal cual lo aprendimos. Esto se corrobora al pensar que lo que
distingue a una persona de otra son sus actividades. El ser se conoce cuando
notamos sus características, no cuando nos quedamos con las semejanzas que
tiene con otras cosas, como al parecer hace Teodoro cuando asemeja a Sócrates
con Teeteto. Por otro lado, la semejanza no sólo se nos presenta en las
características físicas, sino también hay semejanza entre las palabras (en el diálogo se anuncia la presencia de un joven Sócrates). Como
existe tal semejanza es fácil confundirnos cuando nos explican algo o cuando
nos ponen a la vista algo. Hay que examinar bien las cosas, con mucho detalle,
sin generalizaciones rápidas, fáciles, como sugiere Sócrates.
Fulladosa
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