Presentación

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jueves, 8 de septiembre de 2016

Tatuajes del alma

La expresión de esa señal que proviene del rostro es lo que más aprecio de esta vida. No sé cómo nombrarla, pero me resulta bastante agradable percibirla. Me parece que es una muestra de la existencia del alma o quizá se trata de su tatuaje. Aún cuando las palabras se agoten o no se sepa qué decir ante determinada situación, este gesto inmediatamente se escapa lográndose pronunciar y causar en los demás alguna interpretación. ¿Qué devela? No lo sé, pero es un gesto universal que conlleva y, obliga, a responder de la misma manera. Pareciese que se trata de un lenguaje que sólo las almas entienden y, al igual que nosotros hablamos durante todo el día, así ellas lo hacen a través de la emisión de sonreír.
Pretender hacer un estudio de la sonrisa me orilla al fracaso, pues ni siquiera estoy convencida que este mágico gesto pueda reducirse a diagnósticos o que pueda expresarse del todo en alguna definición tediosa. Por ello, no andaré por ese camino, al menos por el momento, pues hoy solamente quiero hablar de lo que este signo me parece. ¿Por qué hablar de ella? Considero que todos los hombres sonreímos, no concibo la idea de que exista alguien que jamás lo haya hecho. Y mucho menos, me es posible aceptar que alguien permanezca inmune ante ella, este signo exige que se le corresponda. Precisamente por esta exigencia, he de osar en afirmar que los hombres sonreímos porque tenemos alma.
Al ser la sonrisa una cualidad de nuestra alma, por eso no puede expresarse del todo en alguna definición o estudio. Si la intención es adjudicar conceptos o razonamientos, el resultado es fatal. Es decir, al estar ante esa persona tan especial, nuestra razón no ordena: ¡sonríele! Simplemente el gesto se emite y, se es consciente de su emisión cuando se ha recibido la respuesta de la misma manera. En ese sentido, se puede creer en la magia o que todo es posible. Pero, la razón no puede ordenar que no se sonría, pues si esto ocurriese se perdería la magia y, la amargura resultaría ser un conveniente aliado. La razón no debe ser el verdugo del alma, no se puede negar o dejar de ser sensibles. Sonreímos por muchos motivos y ante diferentes situaciones. Son muchas las posibilidades de sonreír, pero qué más el por qué lo hacemos, simplemente sonreímos y eso siempre será agradable de percibir. Pues las almas también necesitan comunicarse entre ellas, aunque quizá lo hagan mejor que nuestras palabras. Y no obstante, si la sonrisa proviene de ese ser tan especial, es mejor y resulta más grato de contemplar.  

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