La expresión de esa señal que proviene del
rostro es lo que más aprecio de esta vida. No sé cómo nombrarla, pero me
resulta bastante agradable percibirla. Me parece que es una muestra de la
existencia del alma o quizá se trata de su tatuaje. Aún cuando las palabras se
agoten o no se sepa qué decir ante determinada situación, este gesto
inmediatamente se escapa lográndose pronunciar y causar en los demás alguna
interpretación. ¿Qué devela? No lo sé, pero es un gesto universal que conlleva
y, obliga, a responder de la misma manera. Pareciese que se trata de un
lenguaje que sólo las almas entienden y, al igual que nosotros hablamos durante
todo el día, así ellas lo hacen a través de la emisión de sonreír.
Pretender hacer un estudio de la sonrisa me
orilla al fracaso, pues ni siquiera estoy convencida que este mágico gesto
pueda reducirse a diagnósticos o que pueda expresarse del todo en alguna
definición tediosa. Por ello, no andaré por ese camino, al menos por el
momento, pues hoy solamente quiero hablar de lo que este signo me parece. ¿Por
qué hablar de ella? Considero que todos los hombres sonreímos, no concibo la
idea de que exista alguien que jamás lo haya hecho. Y mucho menos, me es
posible aceptar que alguien permanezca inmune ante ella, este signo exige que
se le corresponda. Precisamente por esta exigencia, he de osar en afirmar que
los hombres sonreímos porque tenemos alma.
Al ser la sonrisa una cualidad de nuestra
alma, por eso no puede expresarse del todo en alguna definición o estudio. Si
la intención es adjudicar conceptos o razonamientos, el resultado es fatal. Es
decir, al estar ante esa persona tan especial, nuestra razón no ordena: ¡sonríele!
Simplemente el gesto se emite y, se es consciente de su emisión cuando se ha
recibido la respuesta de la misma manera. En ese sentido, se puede creer en la
magia o que todo es posible. Pero, la razón no puede ordenar que no se sonría,
pues si esto ocurriese se perdería la magia y, la amargura resultaría ser un
conveniente aliado. La razón no debe ser el verdugo del alma, no se puede negar
o dejar de ser sensibles. Sonreímos por muchos motivos y ante diferentes
situaciones. Son muchas las posibilidades de sonreír, pero qué más el por qué
lo hacemos, simplemente sonreímos y eso siempre será agradable de percibir. Pues
las almas también necesitan comunicarse entre ellas, aunque quizá lo hagan
mejor que nuestras palabras. Y no obstante, si la sonrisa proviene de ese ser
tan especial, es mejor y resulta más grato de contemplar.
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