Culpables de nuestra
desgracia
La semana pasada
recibí algunos libros que tenía encargados con el chico que me los vende. Los adquirí
con gusto, a pesar de haberme endeudado para comprarlos. Con estos tres últimos
ya son seis. Me imagino que ya saben a cuáles me refiero. …pero bueno, esto no
es lo más importante, pues lo que sí lo es, fue aquella cita de Jorge Luis
Borges que veía al reverso del libro de Voltaire, el cual decía lo siguiente:
“Un mundo que nos ha
regalado a Voltaire tiene algún derecho a que se le considere el mejor”.
La primera vez que
lo leí, no le di importancia, sin embargo, fue hasta que mi memoria recordó
algo al respecto para, además de darme gracia, darle su debida atención. Sin haber
leído a Voltaire ni a Leibniz, sé, a grosso modo, el conflicto que tuvieron
estos dos personajes de la comedia llamada “humana”. El primero le contestó al
segundo con su Cándido como respuesta
a “su mejor mundo posible”. Trasmite en él la injusticia que acaece en la vida,
en nuestras vidas si así lo queremos, por lo que si existieran otros, quizá en
alguno de ellos, no hubiera injusticia, o si así fuera, estaría proporcionada en
menor medida, tanto así que podría ser considerada como un mundo mejor que el nuestro.
Empero, pienso que, al igual que Borges, éste, al no haber otros como la
Tierra, es el mejor, y por lo tanto el único posible. Sin embargo, mi concepción
a este asunto es todavía más radical, porque estoy totalmente seguro que, por
ser el mejor, es el más justo, es decir, que cada quien tiene lo que se merece.
En días pasados
platicaba, y a su vez discutía, con una persona sobre dicha cuestión, la cual sostenía
lo contrario. El origen de nuestra discusión fue el problema de la libertad, en
el que yo defendía que todos los hombres (no refiriéndome sólo a los masculinos)
eran (son) libres, y que, por consiguiente, podíamos ser y no ser, que en nuestras
manos está la posibilidad de convertir el pensar en el hacer.
Si somos libres, consecuentemente,
somos responsables de lo que nos sucede, por lo que no hay injusticia. Ésta es entendida
como el darle algo a alguien que no le corresponde, sin embargo, al vivir en el
mejor mundo posible, esto no puede suceder, ya que estaríamos yendo en contra, no
de nuestro destino, sino de la libertad, aspecto que, tal vez, ha sido la principal
causa por la cual el hombre se encuentra en la actual situación, pues a pesar
de vernos en plena decadencia, no debemos olvidar que es a causa de nuestras
decisiones. Si nos va bien es porque nosotros hicimos algo para merecerlo, y
asimismo si nos va mal. Afirmar que lo que nos pasa es por algo externo a nosotros
es una estupidez. Tal vez Leibniz pensaba de un modo similar, pues decir que aun
existiendo otros mundos, éste debería ser el mejor, debido a que, quizá, no
exista otro. Y si esto realmente existiera tampoco estaríamos seguros que alguno
de ellos sea mejor que el nuestro. Además, ¿cuál es el criterio para condenar a
nuestro mundo? ¿Acaso no es suficiente con que estemos vivos y poder hacer lo
que nos venga en gana? Sé que esto último no es debido, ya que si actuamos de
tal modo, estaríamos actuando contrariamente a la racionalidad que los dioses nos
dieron para vivir conforme a una estabilidad común. Hay que dejar de ser libres
para poder ser felices, así como lo manifiesta Hobbes en su Leviatán, que aunque es una felicidad
efímera, o mejor dicho una simple estabilidad física y emocional (aspecto contrario
a lo que predica el Filósofo con su buen demonio), es mejor que vivir entre
bestias.
Bestias es lo que nunca
dejamos de ser, y así toda nuestra desgracia. Actuamos si pensar en los demás. Somos
libres en exceso. Libertad es lo que nos sobra, aunque los ingenuos piensen lo contrario.
Libertad, es lo que nos deberían quitar para vivir, no felices, pero sí en paz.
Así, nuestro mundo no sólo será el mejor entre todos aquellos que existan, sino
que también así será reconocido por cada uno de nosotros. Desafortunadamente,
esto no se da ni dará, ya que ¿quién quiere dejar su libertad y sujetarse a lo que
establece una molesta ley? Además, ¿qué garantía nos pueden dar si obedecemos
lo que el Estado nos indica? Parece ser que del hombre no puede haber mas que
error, por lo que sería difícil de creer que nos lleven a algo mejor de lo que nosotros
nos pudiésemos proporcionar a través de nuestra capacidad de sobrevivir. Así
que es por ello que hemos tomado lo que nos sea más conveniente, aunque vaya en
contra de los demás. Si así es como queremos vivir, pues pareciera que no hay
otro modo de hacerlo, debemos tomar la responsabilidad de nuestros actos. Todo acto
tiene una consecuencia, y dicen que un estornudo nuestro puede desaparecer un planeta.
Quizá en alguno de esos estornudos destruimos al mejor mundo posible, y no
tuvimos la oportunidad de conocerlo, por lo que nuestro castigo fue vernos en
la esperanza de seguirlo añorando. Pero no hay que preocuparnos, puesto que no
creo que haya sucedido de tal modo, no por el hecho de que no sea posible
destruir mundos con nuestros mocos y saliva, sino porque no hay un mundo mejor
que el nuestro. Por lo tanto, nuestros treinta y dos tuvieron la culpa de su desdicha
(dicha para un suicida), por lo que ellos decidieron terminar de ese modo. Asimismo,
con nuestro México, e igualmente con cada uno de nosotros. Entonces, ¿por qué no
aceptamos lo que somos si es lo que hemos decido ser con nuestras acciones?
Culpables de nuestras
desgracias, pero también de nuestra gracia, de ser felices, exitosos, poderos,
de ser amados, engañados, de ser inteligentes e ignorantes, de ser y de no ser.
Libertad maldita si no obramos correctamente; libertad bendita si con ella
logramos obtener lo que añoramos. Responsables de todo, aunque pensemos que no
lo somos de nada. Dioses convertidos en hombres y hombres en animales. Vivir y morir
sin saber que así ha sido. Virtud desvalorizada hasta transformarse en vicio. Vicio
que aparece ante nuestros ojos como algo bueno. Aun con todo ello, la justicia,
como el valor más supremo, se mantiene, intacta, sin ser transgredida, pues a
cada quien le toca lo que le corresponde, por estar en el mejor mundo posible, donde
hasta Voltaire ha de reconocer que sólo en éste pudo haber vivido y ser reconocido
hasta por el voceador de la esquina.
Un triste Godín.
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