Presentación

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martes, 22 de noviembre de 2016

El nuevo Prometeo

Hace ya bastante tiempo que permanecía una idea algo curiosa en mi mente. Esta surgió en el ámbito de una plática de amigos, pero poco a poco cobró más fijeza. Además, había prometido hablar sobre el tema.

Frankenstein, novela, a mi parecer, un tanto tergiversada por la tradición, tiene un punto que despertó mi atención. Sin embargo, cabe señalar un tanto el origen de dicha novela.

Su nacimiento, como queriendo insinuar la obra más famosa de Locke, su Ensayo sobre el entendimiento humano, tuvo origen, a su vez, en una plática entre amigos. Shelley, del mismo modo, nos ofreció al Nuevo Prometeo a raíz de una velada con unos amigos, entre ellos, Lord Byron. La historia de nuestra autora fue la única que sobrevivió a dicha velada. Pero, ¿tendrá algo Frankenstein que merezca estar a la altura de los clásicos? Misma Shelley afirma que su novela tiene los ingredientes de Homero y Shakespeare. Que, incluso, tiene lo principal de la obras literarias, el choque de las pasiones y sus constantes conflictos. Y es ahí donde quiero fijar nuestra atención.

La analogía de Víctor Frankenstein con el Nuevo Prometo supone dos cosas: por una lado, éste le ha robado algo a los dioses, por el otro, Frankenstein estará destinado a vivir encadenado a una piedra donde un ave lo devorará día y noche. Así, Víctor robó el secreto de la Creación, de modo que hizo una Criatura. Y aquí entra la imaginación.

La imaginación en este punto nos debe servir, en mi opinión, para lo siguiente. Tras percatarnos de los varios niveles de narración, descubrimos que la Criatura desarrolla lenguaje y en él comienzan a germinar un cúmulo de pasiones. La escena principal donde vemos el desarrollo de este problema es cuando la Criatura observa a una familia a través de un orificio. Es ahí donde, quizá, en realidad quién haya cometido un robo fue la creación de Frankenstein hacia nosotros como lectores. Nos roba, en efecto, los más bellos sentimientos humanos, como el amor, la amistad y la ferviente necesidad de una familia. La Criatura simplemente nos ha mostrado lo verdaderamente humano.

Así, es en el núcleo de la novela donde vemos florecer las más bellas pasiones humanas. Lo más curioso es que se ven reflejadas por medio de una creatura que, originalmente, no es humana. Y con esos revuelos, Víctor Frankenstein se ve perseguido por la sombra de su creación, cual Prometeo encadenado robando el fuego de los dioses.

Visto así, la Creatura nos ha robado lo verdaderamente humano, donde Shelley nos demuestra, por medió de Víctor que, posiblemente, la más alta arrogancia humana sea la búsqueda del saber más allá de nuestros límites. Al final del día Víctor Frankenstein rebasó los conocimientos filosóficos y científicos; quizo equipararse a los dioses. 


Aurelius

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