Pasajero
Dicen que las amistades se trabajan. La verdad sea
dicha, me he visto en dificultades al tratar de definir al amigo en todo
momento, porque existe el dilema de que la compañía no genera nunca amistad.
Por eso pueden decir muchos que las amistades se trabajan y producen. Yo creo
en que la amistad es natural, si entendemos que la casualidad es parte de lo
natural; si forma parte de lo natural la posibilidad de compartir gracias a la
existencia de los afectos y, sobre todo, de la palabra. Pero no creo que lo
natural es algo que nosotros definamos. Es decir, que las amistades se terminan
sin que nos percatemos, que claramente puede haber diversión y placer en medio
de la incomprensión y que, a veces, la coincidencia no es tan profunda como
creíamos.
Natural es siempre una palabra difícil de usar, porque
el conocimiento de la naturaleza, que no de la totalidad, es algo que requiere
de un esfuerzo que lo cotidiano no nos da. La amistad es natural al hombre,
pues raro es el que muere sin haber tenido algún amigo. Pero la amistad no es
como los cabellos que, cambiando sólo de color, se obstinan en pugnar contra la
calvicie. No es una necesidad, y por eso no somos amigos de cualquiera con el
que hayamos compartido algo. Si la amistad es algo que sobrevive por nuestra
mano, querrá decir que está hecha más de obligación ante la soledad, y no de
una coincidencia afortunada. Si el amigo es alguien a quien consideramos así a
partir de una relación elaborada, la amistad es la proyección de una máscara
que continuamente es reelaborada.
Claramente, el uso de la palabra natural en el hombre
siempre incluye la importancia de Eros. El caso de la amistad no es una
excepción. Las amistades podrán durar más que los romances primerizos, pero eso
no quiere decir que por ello las relaciones maduras son las que se mantienen
con denuedo. Porque si hay denuedo en mantenerlas, es que han dejado de ser
amorosas. El denuedo en la amistad proviene de lo que ella, en el mejor de los
casos, infunde en nosotros. Es por ello que sabemos que tenemos amigos en medio
de la soledad. La amistad virtuosa, ejemplo preferido de los que defienden la
necesidad de la amistad, no es posible ella misma si sólo uno lo es o desea ser
virtuoso. El lazo no es lo que habrá que mantener, sino que es la consecuencia
del erotismo presente. Seguramente es por esa razón que no es sólo una
asociación con vistas a un fin. Eso podría ser la camaradería: hija del deseo
de convivir, que no necesariamente de amistarse.
La amistad no es, por ello, la praxis de la convicción política
contra lo moderno. No es, simplemente, una praxis. Considerarla así es moderno.
Por ello la amistad no es una prueba en contra de la teoría de la naturaleza
egoísta. La coincidencia no hace amarga la vida, ni hace verdad al egoísmo. Por
eso la palabra naturaleza es más
compleja. La amistad se puede acabar, y eso no la hace menos buena. Tampoco nos
hace insensibles. Cabe hablar del prójimo sin hacerlo amigo.
Tacitus
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