¿Seres vivos o
parásitos?
A pesar de que las
enfermedades me han acechado últimamente, y más aún con el estrés del trabajo,
me he desistido de ir al médico. Esto por dos razones: una, porque no creo que tengan
el don ni los conocimientos para hacer sentir mejor a la gente; y dos, por algo
que me recriminó un cochino matasanos. La última vez que fui con ellos, tiene
como cuatro años. En esa ocasión sólo fui porque mi madre me lo pidió, diciéndome
que le dijera al “doctor” lo que tenía, pues eran muchas quejas sobre mis dolencias.
Le comenté los síntomas que padecía, donde el dolor de cabeza era el principal
mal de mi decadencia física. Continué diciéndole lo que me sucedía, mientras él
hacía un expediente de mis infortunios. Antes de terminar de escribir en su
computadora, me comentó que debía comer bien y a tiempo, que no tenía la necesidad
de requerir de mi madre para ello, por lo que tenía que cuidarme. Si bien sus recomendaciones
no eran, o no parecían, equivocadas, sólo asentía a lo que estaba escuchando; sin
embargo, dejé de hacerlo a tal grado de haber cambiado mi expresión de diferencia
a una de enojo, esto después de haberle dicho a qué me dedicaba. Creyó que era
un trabajador común y corriente, pues la apariencia con la que me presenté no
daba para más. Parece ser que se sorprendió cuando le dije que estudiaba, y su impresión
fue todavía mayor cuando le expresé que amaba a Sofía. “¿Pará que sirve la
filosofía”?, me preguntó. Quizá todos han escuchado este cuestionamiento, y tal
vez también no la han respondido, pues, aunque no sea obvia, se nos hace estúpida.
Además, ¿qué podemos contestar?, ¿acaso quieren que les hablemos de las ideas
de Platón y de la nada de Heidegger?, o ¿quieren que les digamos de lo que pensamos
sobre la relación entre Julio César y Sócrates? (Esta última pregunta me la hizo
un “amiguito” de mi padre.) Por lo tanto, no contesté, empero, hice mis
respectivos balbuceos, pues mi boca quiso traicionarme. Posiblemente, esto fue
la causa de que el “bendito” médico me dijo lo siguiente: “Si no fuera por la gente
común y corriente, la que sostiene la economía del país, ustedes no podrían
estudiar. Ustedes son privilegiados, pues lo que hacen no sirve para nada”. Prosiguió
con sus frustraciones, que casi me las pega. Lamentable situación que una persona
que se preparó demasiado tenga un pensamiento tan despectivo de algo tan importante
en la vida, ¿o no?...
La filosofía de nuestro
tiempo vive. Pero, ¿qué vida? ¿Qué funciones tiene su vida? Hay muchas clases
de vida sobre la tierra: la de los vivos y la de sus parásitos. La del hombre. La
de los gusanos. Me pregunto si la filosofía actual vive como un hombre o como un
gusano. No hay razón alguna que nos obligue a desechar este género de
problemas. No hay razón para negarles respuestas.
Paul
Nizan
Los
perros guardianes
Ínez Godin
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