Presentación

Presentación

jueves, 26 de enero de 2017

¡Diferentes!

Alguna de esas tardes lluviosas de junio compartimos el mismo camino. Pareciera que caminábamos juntos, pero no fue así. Compartí sólo tu presencia física. La ausencia de tus pensamientos era evidente. En ti prevalecía el recuerdo que tanto te ha maltratado. En tu miraba se notaba qué tan verdugo eres de ti mismo. Entre sonrisas fingidas, continuamos nuestro andar. Las muecas sinceras que expresamos en aquella tarde demostraban nuestro egoísmo e hipocresía. Hasta hoy entendí la envergadura de mi amor propio. Comprendí que disfrutas mucho el auto flagelarte, así mismo que te has auto engañado. Disfrutas vivir en lo imposible. Predicas muchas cosas y, crees que tu ideal corresponde con tus acciones ¡qué iluso puedes llegar a ser!
Ese mundo en el que vives me demostró lo egoísta que soy. Once meses, dieciséis días y, quizá cuarenta minutos, tardé en darme cuenta que sólo me importaba lo miserable que eres. Me alegré al escuchar que no eras correspondido. Disfruté que el ideal que tanto has perseguido, carece de realidad. Pero estos pensamientos, sólo me hicieron sentir un placer fútil. Mi egoísmo me hizo darme cuenta que no me he olvidado de mí y, por ello no era amor lo que sentía hacia ti. El fracaso de tu amor imposible, agrandaba mi ego. La consideración de todo ello, me orilló a ser miserable. Era necesario prescindir de tan extraños y funestos pensamientos. Vislumbré que no podía caer en lo mismo que tú.
Me he despojado de mi soberbia y, gracias a este gesto pude darme cuenta que el amor, el que es verdadero, hace que te desnudes de prejuicios, de amor propio, de nombre, de todo. No todos conseguimos hacerlo, a veces el amor propio u otras pasiones impiden el desnudo. Aquella tarde de junio me enseñó que tanto mi egoísmo como mi soberbia son muy grandes. Pero al menos soy sincera conmigo misma. Y por esta sinceridad, creo que corresponderé con alguien sincero. A él le faltaba tener un tiempo para sí mismo. Necesita responderse muchas cosas. Pero él disfruta su engaño. Quizá es un hombre atado a un ideal doloroso. Jamás entenderé su masoquismo, pero le agradezco que me ayudara porque me encontré a mí misma.



No hay comentarios:

Publicar un comentario