Aquella mañana subí al
transporte público, el reloj marcaba alrededor de las nueve de la mañana. Luego
de haber elegido el lugar que ocuparía, segundos después se sentó a mi lado
aquel joven. Decidí dirigir la mirada hacia la ventana, mostrándome indiferente
ante la compañía del pasajero. No me había permitido tiempo para voltear a
verle, mininamente para saludarle y, pedirle que tomara su distancia porque
invadía mi lugar. De pronto escuché pronunciarle las siguientes palabras: ¿por qué siempre eres así Ana? Fracasas en
tu intento de ser indiferente y, sólo atraes mi atención. Consideré que tal
cuestionamiento y a la vez dicha
afirmación no correspondían conmigo. Permanecí sin voltear, intenté convencerme
de que quizá me confundía con alguien más. Pero su risa fue lo que me hizo
verle. ¡Fantástico! Se trataba de uno de mis grandes amigos.
El trayecto se hizo más
ameno con su presencia. Nuestra charla fue bastante interesante, platicamos de
muchas cosas; entre ellas a lo que nos dedicamos. Me platicó que estudiaba el
sexto semestre de psicología y, había elegido la línea de investigación de neuropsicología. Me explicó sus razones
por las cuales había decidido estudiar aquella línea de investigación. Me contó
cómo era la actividad cerebral, cuáles eran sus procesos químicos y cómo
nuestro comportamiento daba cuenta de ello. Su explicación se resumía a que
nuestras acciones son la reacción química que emana de nuestro cerebro.
Es decir, en tanto que
somos afectivos debido a nuestra sensibilidad, estas cualidades son la prueba
de las reacciones químicas que se llevan a cabo en nuestro cerebro. De manera que al estar en
contacto con el entorno, el cerebro reacciona conforme a las situaciones
presentadas. En este sentido, toda afectividad es meramente una reacción
química: no amamos, no odiamos, no hay bondad ni maldad. No tenemos alma, no
somos pasionales, no tenemos esperanzas e ilusiones: simplemente somos
reacciones químicas.
Me pareció tan
entusiasmado y entregado a sus estudios que decidí interrumpirle diciéndole: te percibo muy entusiasta con tales temas
¿está bien dicho que te considere entusiasta o cuál es la reacción química para
explicar tal comportamiento? Evadió mi pregunta con una sonrisa, supuse que
no supo cómo responderme. Así que insistí animándome a preguntar por dos de los
temas que más me apasionan y éstos son la risa y la posibilidad de la bondad o
maldad en los hombres. Tenía muchas ganas de escuchar su opinión. Me evadió con
ostentosas y pomposas explicaciones que, aniquilaron mi paciencia. Repliqué que
no me contestaba y, que si seguía evadiéndome ello sólo demostraba que su
química cerebral no reaccionaba correctamente y, por esa razón era incapaz de
responder. Y de ser así, tendría que atender a dicha falla. Le hice ver que no
podía seguir con esa incapacidad de comunicarse con los demás que es
inaceptable andar dando monólogos, pues en el camino de la ciencia esto no se permite:
siempre se tiene que responder.
Entonces me miró
fijamente y se justificó diciendo que yo le ponía nervioso, pero pronto me
daría una respuesta. Por ningún momento le creí que mi presencia le causara tal
efecto. Entonces le sugerí que se dopara para la próxima vez que volviésemos a
“platicar”. Quizá mi presencia es un tanto tóxica y, por ello le causo tal
reacción. Aunque también le prometí que me trataría, pues pudiera ser que la
que tendría que doparse sería yo, para poder lograr comunicarme con los demás.
Él percibió mi sarcasmo y nuevamente se volvió a reír. Hasta ese momento no me
había percatado de que la risa puede llegar a incomodar cuando es utilizada como distractor. Pero jamás me
había incomodado tanto con tal gesto, pues siempre había apreciado la sonrisa en los demás. Pareciera que por esa
razón le soporte durante todo el camino. Quizá no fue contemplación, tal vez se
trató de una reacción química. En fin, tendré que esperar sus respuestas.
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