Si las grandes
obras literarias pueden ser llevadas a la pantalla sin provocar espasmos en los
grandes lectores que las critican es un asunto complejo, pues se requiere
reflexionar en las limitaciones del cine, así como en sus posibilidades.
Obviamente los clásicos de la literatura no fueron concebidos para ser llevados
a la pantalla, sino para ser leídos con sangre, es decir, reflexionados y
apropiados por el lector al grado de provocar un cambio vital. Los grandes
cineastas que intentan reproducir los tesoros de la cultura saben mejor que sus
espectadores esto y por eso se enfocan en ciertos aspectos del libro; intentan
destacar algo sin repudiar su producción. El espectador funge como lector y
debe esforzarse por ver lo valioso del libro en la pantalla. Si es mal
espectador, eso confirma que es mal lector y no por ello debe culpar a la
película de sus fallas. Pero aunque haya malos espectadores que son pésimos
críticos, eso no significa que existen autores a los que resulte imposible
llevar a la pantalla; de Dostoyevski, por ejemplo, nunca he visto una película
que se acerque a lo que puede verse en las tremendas novelas del genio ruso. ¿Cómo
puede un lector acercarse a lo más terrible de su consciencia si ve en pantalla
la escena en la que se muestra que Raskólnikov nunca quiso matar a la usurera,
pero la mata y a su hermana también en 30 segundos? El actor puede ser excelente
palideciendo, manifestar asco, no ser consciente de lo que acaba de hacer, pero
a su vez abrir una herida tan grande como la que le hizo a la usurera con el hacha
en su propio pecho, pero ¿podemos captar tan a detalle la escena, si la vemos
con poco tiempo? En la novela, lo descrito anteriormente sucede en varias
páginas, mostrando a detalle la agitación, haciendo acotaciones para mostrar lo
crucial que se vuelve ese hecho en su vida. Se adentra tanto en la consciencia
lo descrito por el maestro de Petersburgo que sólo las palabras pueden mostrar
con tanto detalle el drama de Raskólnikov.
Fulladosa
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