Presentación

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domingo, 10 de septiembre de 2017

La pregunta por la justicia



Reflexionar sobre la justicia es casi un acto natural. La injusticia nos llega como una estocada por la espalda e intentamos, luego de indignarnos, repararla. La reparación puede ser injusta o justa. La reparación puede reparar en la reflexión sobre la justicia. La pregunta: ¿qué es lo justo? Es una pregunta que siempre se hará. Pero no puede hacerse cayendo en la oscuridad de la generalidad. Preguntarnos por la justicia evidencia nuestra naturaleza como seres inteligentes y como seres políticos. Preguntar por la justicia atendiendo a la exigencia particular de la pregunta es un acto práctico. La pregunta por la justicia une teoría con práctica. 

Padecemos la injusticia de múltiples maneras. No recibir lo que merecemos según consideramos es la primera evidencia de ello. Repetir “no es justo” es el estribillo de la vida moderna. Pero eso supone que entendemos lo justo para nosotros, que sabemos qué nos corresponde, siquiera de manera aproximada. ¿Acusamos de injusto que algún cantante inflado por la publicidad gane mucho más dinero en dos horas de concierto que un albañil a lo largo de un año de arduo trabajo? Para entender este tipo de intercambio, de saber qué es un pago justo, debemos entender que el dinero es el objeto de los objetos, como bien lo señalaba un filósofo alemán. Como el dinero se usa para satisfacer nuestros deseos, aquel objeto que más deseemos es por el que vamos a pagar más. ¿Deseamos de manera injusta?, ¿nuestros deseos nos pueden confundir para saber cuándo estamos pagando injustamente, cuándo estamos siendo timados o cuándo timamos? Que nos confundan nuestros deseos no quiere decir que saber qué corresponde darle a cada persona sea un acto sin pasión, pues podemos desear actuar con justicia así como disfrutar al hacerlo. 

Una idea distinta de la justicia es que cada quien se dedique a lo que le corresponde. La definición es sumamente compleja, pues ¿cómo saber qué es lo que a cada quién le corresponde? Al menos podemos ver que si no nos corresponde distribuir adecuadamente un pago, las dos definiciones de justicia que se han ofrecido se unen. Es decir, sólo si sabemos impartir justicia es justo que la impartamos; sólo si sabemos gobernar es justo que gobernemos; sólo si podemos aconsejar es justo hacerlo. Sólo reflexionando nuestras acciones podemos saber qué nos corresponde hacer. Aunque la definición es más compleja de lo que puede parecer, pues se añade el problema de la armonización de las diferentes actividades que a cada quien le corresponden, así como, y esto es mucho más importante, ¿por qué las actividades que propician la injusticia no son inherentes a las actividades correspondientes de cada persona? Sólo preguntándonos por la justicia podemos saber por qué es injusto no hacernos esa pregunta. 

Fulladosa

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