Presentación

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viernes, 25 de mayo de 2018

La dama que quiero

Había una vez un chiquillo
inquieto espiando a una dama
que detrás de su ventana
se cobijaba del frío.
La ventana se hizo agua
y en ella bañóse el niño
un momento y confundido
volvió a mirar a la dama.
Ella también lo miraba
con inquietantes luceros,
lo miraba con esmero
y bañada de ventana.
Una humedad casquivana
no se hacía uno con el aire,
pues el agua era más limpia
que el rocío de la mañana.
Era el agua de sus ojos
vueltos a mirarse siempre
en el pasado y presente,
en el futuro de todos.
Pasó el día para el chiquillo
y volvió hasta aquella casa.
Si pudo hacer que la dama
transformáse sus latidos,
por la mirada de un niño,
además de su ventana,
podría ahora el chico, en la puerta,
espiar por una rendija
a la chica que quería,
chica verdadera y cierta.
Cuando la puerta le abrieran
y se brotaran las fuentes,
cuerdos y también dementes
amantes por siempre fueran
el chiquillo inquieto, espía
y la dama que quería.


Talio





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