Nacimos al sufrimiento
y sufriendo nos alumbran,
nos arrojan el aliento
como algún día a la tumba.
De golpe nos viene el llanto
y de golpe se nos pasa,
eso es sólo un adelanto
de lo que habrá en nuestra casa.
En casa inicia la madre
a mermar los que sufrimos,
evita que nos desgarre;
falsamente sonreímos.
Sonrisas que se nos pintan
cuando juegan con nosotros,
se van cuando se despintan
al marcharse con los otros.
Los otros también sonríen
pero eso no nos consuela;
todos los que mueren viven
y eso no impide que duela.
Duele caer al ir corriendo
y duele mirar al sol,
nos duele seguir viviendo,
nos duele sentir dolor.
Dolor y risa se funden
en el mundo imaginario,
en la imagen se confunden,
asaltándonos del diario.
A diario estalla la vida
llenando el planeta entero.
Somos la sangre en la herida
que le hizo a la tierra el cielo.
El cielo llueve y nos moja,
nos acalora y apresa,
es como tu boca roja
que me habla y no me besa.
Los besos de amor son nada
a lado de simples besos
pues dan la misma mirada,
de todos modos son besos.
Las cosas lucen iguales
en este y en todos lados,
son apariencias reales
de todo lo realizado.
Es real el sufrimiento
y sufriendo nos morimos.
Es cuando ya estamos muertos
que sufren por lo que fuimos.
Fuimos agentes del llanto
disfrazado de sonrisas,
somos devotos de un santo
al que rezamos caricias.
Caricias de nuestra madre
nos hieren en la añoranza,
nos lastiman como nadie
con la maldita esperanza.
El que espera tener vida
que espere eterno sufrir,
que aprenda a llevar la herida
que significa vivir.
Glauco
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