Presentación

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domingo, 19 de abril de 2020

Oráculo délfico mancillado

Oráculo délfico mancillado

Einstein una vez dijo: "no es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables, pero no en individuos válidos. Para ser un individuo válido el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno". Con justa razón, pero no terminó por explicarnos qué es eso del "sentimiento vivo de lo bello" y de lo "moralmente bueno". Al respecto no dice más, porque no dice en qué consiste. Pues bien, quizá en eso mismo radica lo enigmático de su sentencia que, bien vista, no fue soltada al aire. 

Pero, ¿cuándo se nos ha dicho algo semejante? En nuestra cotidianidad para qué nos serviría interesarnos por algo bello o moralmente bueno. Uno de los máximos representantes de la modernidad (o post-modernidad, déjese a criterio del especialista) acaso insinuó matices del cómo se forja la vocación humana y no se le prestaron oídos. Acaso porque matizó la relatividad del espacio y el tiempo, de ahí su creciente fama, quizás. ¿Y no más bien se tomó por causa lo que debía ser la consecuencia? Esta pregunta no parece tener sentido, pero analicemos.

En días como hoy todo lo que nos rodea bien puede ser personalizado, esto es, todos mis gustos en casi cualquier ámbito pueden ser ajustables con base en mi criterio. Bastaría con ver el contenido consumible de nuestros celulares para comprobarlo. Y las razones que se asoman para justificarlo son, o bien porque cada quien sabe lo que quiere o porque "eso es lo que me gusta". Entonces, o creemos que sabemos lo que nos hace bien (lo que implica un determinado conocimiento, aunque sea escueto, de qué es lo bueno) o sólo actuamos con una falsa moral (suprimo lo que a mí no me gusta porque o me hace daño o no me interesa). Ya escucho el reclamo "pero en gustos se rompen géneros". Pero por supuesto, ni cómo negarlo, sin embargo, todos los degustantes vienen del mismo género. El hombre es el único animal que halla placer en lo sensible y no una mera satisfacción, fruto de una necesidad concomitante.

¿Cuántas veces no hemos escuchado el "si no te gusta, déjalo"? No es del todo erróneo, puesto que siempre tendremos mayor inclinación por lo que nos atrae, lo que se muestra apetecible al gusto. Pero hasta qué punto tener todo lo que nos gusta de manera tan personal nos ayuda, ¿en verdad sabemos lo que es bueno para nosotros?

Años atrás, con la revolución industrial no sólo se anticipó el mayor avance tecnológico de ese época y para las futuras, sino que comenzó el principio de universalización. Para la producción en serie es más conveniente la estandarización de piezas. De modo que si una llega a fallar, bien puede ser remplazada con otra de un mismo aparato semejante a él o de otro totalmente distinto. ¿No acaso el mismo cargador de un celular puede ser usado para varios usuarios? Pero hoy el lema es "todo es relativo". Y no, porque nos llevaría a un absurdo, tener una pieza para sola una pieza, un sólo espectador para una sola obra, infinidad de comunicaciones que culminan en el caos y desorden. La relatividad del tiempo y el espacio fue consecuencia de pensar la velocidad de la luz y no como principio de creación. Pero nunca se imaginó que éste trasgrediera los terrenos de la moral, tomándolo como máxima; la diversidad es más bien fruto del trabajo de los comunes y no de unos cuantos ingenios vertidos y volcados a merced de su labor. La obra de un autor no se hace a sí misma. Claro que es independiente, pero también responde al clamor de una tradición que le arrastra. 

Es verdad que el individuo, como partícula, es una unidad, indivisible y con muchas diferencias ante los demás. Incluso en las hojas de los árboles nunca se verán dos totalmente iguales, no obstante, al verlos decimos peral o manzano. Einstein primero señala que el hombre debe sentir aquello a lo que puede aspirar, y es verdad, algunos serán médicos, otros contadores, politólogos o creadores de contenido (youtuber). Pero va más allá, pues dice que lo que se debe sentir, y al parecer como primordial, es el sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno. Esto no es otra cosa que la remanencia, el eco resonando sobre paredes ya desgastadas del Oráculo de Delfos, "conócete a ti mismo" el nosce te ipsum. Porque en el conocimiento de mí inherentemente me veo inmerso en el conocimiento de los demás, de los que me rodean, pues son mis semejantes y por extensión también conozco a mi entorno. Al no clausurarme en mis propios gustos se da pie al respeto y se cancela la indiferencia al prójimo. De lo contrario, el hombre, dice Einstein, "se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente bien desarrollado".



Aurelius

3 comentarios:

  1. Me quedo con las siguientes dudas. Quién o cómo se determina lo bello y lo moralmente bueno? Cómo se sabe que se logró conocerse a través de ello? Si creo que lo logré, entonces realmente me conozco o solo creo conocerme?. Y finalmente si el entorno también ayuda y los otros aportan, que pasa si se decide ignorarlo se está incompleto aunque crea estar completo?

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  3. ¿El género universaliza el juicio? En tu cuarto párrafo, me parece que, dices que la generalidad se da en la correspondencia de los particulares, y de ahí colegir, mediante tu analogía con el cargador de teléfono celular, que esos particulares, los celulares, se generalizan mediante su uso, expuesto necesariamente en un juicio de valor.
    Pero quizá me hago bolas. Me cuentas

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