Después de dejar de hablar
el silencio me aprisiona.
El silencio no perdona
al que no sabe callar,
lo condena a navegar
en una barca sin vela.
No hay silencio que no duela
si hablar es lo necesario.
Sufrir el silencio a diario
es algo que nadie anhela.
Quizá hay quien quiere callar
y el silencio no es prisión,
quizás en su corazón
es más doloroso hablar.
Hablar es como encallar
en una tierra que gela
mangos, peras y ciruelas
y no las deja crecer.
Quizá hablar no deja ver
que la quietud se cancela.
Hay entre hablar y callar
una guerra silenciosa,
una ausencia belicosa
que puede desmejorar
las arenas y la mar.
La guerra no se cancela,
no importa qué tanto duela.
Hablar y callar son pena
para aquel que se condena
a andar por el mundo en vela.
Glauco
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