Presentación

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miércoles, 3 de abril de 2024

La creación

 
Sólo hace falta ver la sombra vaga
que el Sol da a los poetas día con día
para saber que hacer deja una llaga
en la creación, la pena y la alegría. 

Se sufre al ver al hijo que se aleja. 
Se sufre en el decir mal entendido;
como Judá León labró su reja,
su carcel, su lamento y su bandeja

de donde bebe el agua del misterio
(ha tantos años ya que fue bebida)
aunque padezca el tren del cementerio
y vaya, cual el Golem, por la vida.

Así el creador (poeta o carpintero)
habrá de sustentar en los errores
la primigenia fe del romancero
con el malentendido y su ardores. 

Nadie se ha equivocado con el nombre
cuando en silencio el nombre se musita,
¿Se ha equivocado Dios nombrando al hombre
que en la poesía (en el Todo) a dios le grita? 

Él no se ha equivocado, así es la esencia,
del ser, de la palabra y la creación. 
Queriendo hacerse Dios Judá León
hizo en el Golem su juicio y sentencia. 

La fábula no fue desarrollada
por Meyrink ni por Scholem ni por Borges ,
quedó entre las palabras anudada
dejando mil caminos y mil nortes. 

Por eso en el Aleph he descubierto
que Borges, mentiroso, dio en el clavo:
supo que aunque el creador se encuentre muerto,
todo el que lee es de la creación esclavo. 

En la contradicción de ser liberto
y esclavo al mismo tiempo se halla el Golem
(llamémosle Platón, Borges o Scholem):
un ser creador al borde de ser cierto.

Todo lector mantiene el alma en vilo
queriendo hallarse en la palabra hermosa,
si, como afirma el griego en el Cratilo,
el nombre es arquetipo de la cosa. 

Glauco

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