El miedo ha acuchillado mi cariño.
A veces se retuerce en mis almohadas
y llora hasta abismar el desaliño
del alma. Las carencias encontradas
en una historia que conté de niño
tienen a mis heridas avivadas.
Llorar de miedo no es llorar de pena;
llorar de miedo, y él nos enajena.
Y mi cariño es el cariño eterno
de toda humanidad (me lo ha heredado),
es un viento infinito del invierno
y un paso desigual, acompasado.
La humanidad, herencia del infierno,
me mata y, aun así, he resucitado.
Me duelen los amenes del cuchillo,
mas, en ese dolor, me maravillo.
Glauco
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