Se han quedado callados los faroles
anoche que pasé por la avenida;
los renegridos faros fueron soles
que guiaron a mi alma renegrida.
Ahogada entre cigarros y entre alcoholes
el alma, a veces, encuentra la vida.
Por más que los faroles se silencien
no hay penas que a la muerte nos sentencien.
El sol se compadece de los muertos
y se hace, más que abraso, un gran farol.
Lo bello y verdadero están abiertos
para los que se beben en alcohol.
No hay mares que no lleguen a los puertos
ni renegridos que no vean el sol.
Mañana volveré a pisar la calle
sin importarme que la luz se calle.
Glauco
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