que se maquilla de rojo,
el guardián posa su ojo
y descubre que perdura,
en esa sesera dura,
la vida. Vemos que afuera
se descubre la primera
señal de eso que en la vida
es visto con la herida
de la férrea calavera.
Es una punzada inquieta
la que se da en el metal,
y se vuelve natural
la cabeza. En esa grieta
no encuentra gracia el esteta
y no existe la palabra
que describa la macabra
sensación que a todos pesa
cuando la pobre cabeza
por error se descalabra.
Glauco
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