tomándome una cerveza,
se me perdió la cabeza,
misma que se me derrumba
cuando el silencio retumba.
La huesuda, frente mío,
se paró y con mucho brío,
me dijo: “No te hagas wey,
tu vida es buena; de ley;
y no te dejaré frío.”.
—¿Sabes a quién me llevé?”—
me dijo la descarada,
—al que le hacía a la cantada.
—Tú dices que se te fue
pero no; sabes y sé.
—Pinche charro negro ufano,
no molestes tan temprano—
le dije a la sucia muerte,
le menté su madre fuerte
porque se llevó a mi hermano.
Glauco
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