es un dorado tenue, casi magro,
un signo del calor y su milagro,
pintura centellante del umbral.
Se visten de guirnaldas los colores
y abrazan a los vientos nuestros guantes;
las gélidas guirnaldas tintineantes
adornan nuestros ojos con calores.
Y todo palidece en estos días,
tan sólo permanece la mirada,
la boca, el aire tibio y la callada
costumbre de sentir las noches frías
igual que las creaciones que lo eterno
congela en las llanuras del invierno.
Glauco
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