el ávido silencio y el sonido
se vuelve peregrino de mi oído,
deseoso de las cosas que aletean.
Se mueven, pendulares, las campanas
y en ese movimiento los contrarios
condensan los divinos, los bestiarios,
paisajes más allá de las ventanas.
La música, detrás de la existencia,
revela la oración que el firmamento
le dice a los oídos. Y yo siento
que existe en ese rezo una cadencia
marcada por las olas de los mares
donde campanas suenan por millares.
Glauco
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