Presentación

Presentación

lunes, 9 de noviembre de 2015

De marinero a jardinero



Converso con el hombre que siempre va conmigo
­–quien habla sólo espera hablar a Dios un día–…

Desde que era pequeño mis padres siempre me exhortaron a buscar el bien, sólo que jamás me explicaron en qué sentido me instaban a hacerlo y a serlo. Creo que por eso nunca podría decir que tuve una infancia dura, sino más bien linda. De mis recuerdos más lindos de esos años en que era más fácil levantarse que caer, llevo uno muy justo a mí: mi padre puso el disco Dedicado a Antonio Machado, poeta de Joan Manuel Serrat, al mismo tiempo que en compañía de mi madre cantaban para nosotros (mi hermano y yo) cada una de las exquisitas piezas que lo conforman. Mi canción favorita del susodicho era, y creo que lo sigue siendo, Parábola (que corresponde a la Parábola III que Antonio Machado publicara en Campos de Castilla, allá por 1912). En ese tiempo sólo me encantaba oírla pues me llamaba la atención la aventura. Ahora quiero hablarles de por qué me encanta, no la canción, sino el poema. Si no conocen tan maravillosa historia que invita a la buena vida, no hay cuidado, la iré repasando verso a verso.
            Digo que es una historia porque comienza con un octosílabo que reza clásicamente, como en las hazañas juglares, “Érase de un marinero”, donde nos introduce al protagonista. El segundo verso nos pone al tanto de lo que hacía en el momento en que se era este hombre: “que hizo un jardín junto al mar”, para completar esta idea con un tercer verso: “y se metió a jardinero”. Después, con una triada de heptasílabos, le da conclusión diciendo: “Estaba el jardín en flor,/ y el jardinero se fue/ por esos mares de Dios.”.
            Primero lo primero. Creo necesario considerar al protagonista, su campo de acción, etc. Un marinero es difícil de ver en nuestros días, pero podemos imaginar cómo es. Siempre ha sido la imagen del aventurero, del que busca algo, del que domina todo cuanto le rodea con tal de hacer lo que ama: acariciar todo el mar. Pero curiosamente es un marinero que deja de serlo, y lo deja para hacer lo imposible: un jardín junto al mar. Muchos me dirían que sí existen los jardines junto al mar; que han pasado sus vacaciones en un paradisíaco lugar a trescientos metros del agua. Sin embargo, entiendo que al decir junto al mar se refiere estrictamente a que está totalmente pegado, y en la arena cercana al agua no es posible hacer un jardín. Ésta última acción podría ser tomada como una aventura mucho más complicada, pues conlleva contrariar toda la naturaleza, la naturaleza del marinero que se vuelve jardinero y hace más que dominar los volátiles elementos. Al final, cuando se ha dado su obra magnífica con la nueva adquisición del alma, regresa por donde llegó, sólo que ahora, va con/a/de/por Dios.
            Segundo lo segundo: hablar. Así nosotros, como el marinero, andamos por la vida sobre la marea social, las olas del conocimiento, la tempestad apasionada, la calma espectadora, la lluvia moral, etc., etc. Y a pesar de andar buscando siempre algo en esta tierra, difícilmente lo encontraríamos en un lugar tan indefinido como el mar. Necesitamos tierra más firme donde podamos dar al mundo algo de lo que nos ha dado, pero sin alejarnos tanto de esa búsqueda, pues quedarse sentado haría parecer que ésta ha terminado. Es decir, Machado entiende y nos exhorta a considerar la importancia de la esperanza y la trascendencia en nuestro tunar, dejando, no el poeta, sino nuestra vida, algo que dé fe de nosotros. No cualquier algo, pues bien podríamos dejar destrucción, sino algo bueno (bello) como un jardín. El que hagamos cosas buenas o tratemos de hacerlas, nos obliga, por decisión propia, a buscar el bien, pues sería imposible hacerlo y no saberlo, andar en el bien y no buscarlo, como si, ilusamente, ya lo hubiésemos visto todo sobre él. Sólo haciendo el bien podemos volver al mar, sabiendo con claridad qué buscamos: a Dios. No al Dios que toca a nuestra puerta cada domingo, ni el Dios que manda bombardear al prójimo, ni al Dios al que rezan los católicos, sino al Dios que es Sumo Bien, al que salva a todos y ama a todos, el que es el camino, la verdad y la vida.
            Ser aventureros del mundo nos llama al bien, a volver a cambiar nuestra naturaleza caída, por esa naturaleza que teníamos cuando Dios vio que éramos buenos, cuando éramos privilegiados por vivir en el jardín, y cuando podemos volver al mundo, no como incipientes aventureros, sino como buenos hombres, a ese mundo que nos fue entregado para ponerle nombre y hacerlo honroso. Esta parábola quizá nos enseña que debemos buscar el camino pensando en nosotros, pensando en los otros, pensando en Dios; actuando para nosotros, para los otros, para Dios.
            Es por todo esto que me encanta el poema, espero que les guste más que a mí, con todas las consecuencias que eso trae. Para no dejar, les comparto la interpretación que Serrat hace de tan bella pieza literaria.
Talio




Maltratando a la musa

Sobre y para una novia

De entre el amor y capricho se alza
una figura silente que grita
a un corazón viril que oye y se agita
como en el raudo mar lo hace una balsa.

La abnegación es su escudo y espada
en un combate que hace cuerdo al loco,
que le da entre los seres, no por poco,
la dicha de vencer y ser amada.

Reconstruye al pasar lo destruido,
subsidiando los gastos de la guerra
y enarbolando, ésa, su nueva tierra

para dar un paseo junto a su herido;
para llevarlo a vivir sin perecer
al nuevo mundo donde ella es su mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario