Volver
“Yo
sé perder, quiero volver, volver, volver.”
He visto en otros y en mí que habiendo dado
inicio a alguna empresa con júbilo, la dejamos pasando el tiempo, aunque hayamos
sido buenos para ello, regresando más tarde, pero ya sin la misma fuerza en el
espíritu. Y como andar preguntando a cada uno por esto resultaría tardado, y
como valerme del recuerdo de lo que cada uno me ha dicho me mete en el problema
de saber si mi interpretación es o no correcta, me valdré de mi propia vida.
Descarto, en primer lugar, el miedo al
fracaso o al dolor, pues habiendo encontrado fracasos constantes, sin ninguna
alegría, no veo por qué alguien querría regresar a sufrir, a menos de que diga
que el dolor es su alegría, pero ya la contradicción es evidente. Además,
estamos hablando de aquellas empresas en que siempre se encontró júbilo.
Incluso en éstas, el miedo al fracaso y al dolor no existirían, pues ya se
tiene experiencia de que siempre se fue feliz en esa actividad.
Pero comenzamos mal esta exploración.
Debimos haber preguntado primero ¿Por qué se abandonó, y después, por qué se
intenta regresar a ella? “Ya no tengo tiempo para eso, aunque me gustaría
volver a intentarlo”, primer respuesta, “ya no es tan accesible para mí”,
segunda, “en cuanto acabe lo que estoy haciendo, regresaré a eso que tanto me
gusta” tercera. Respuestas que sólo encubren al ya declarado no y que poco nos
dicen del abandono. Lo único que se entre deja ver, es que algo de más
importancia ha acaparado nuestro tiempo. ¿Si es más importante, por qué
entonces queremos volver a lo otro? Respuestas que nos dejan ver cómo es que
nuestra alma se tambalea por los anhelos.
“Igual y no era lo mío. Mejor sigo en esto
que es más fácil.” Respuesta que nos advierte de la inactividad en que se
encuentra nuestra alma. La apatía predominante en nuestra actualidad muestra la
inutilidad de esforzarse, es decir, de hacer un poco más. La regla es: da lo
que te den, o sólo lo que se te pide. Pero el alma no está acostumbrada a esa
regla que la hace parecer una casa de inversiones.
Y quizá sea la costumbre lo que no podemos
evadir. Hemos encontrado otra actividad más importante, y que realizamos con
mucho mayor gusto, o al menos con un gusto más sensato. Pero al mirar de reojo
al pasado, un saborcillo amargo nos hace preguntar ¿Por qué ya no puedo volver?
¿En verdad es más feliz quien no abandona su aldea por el mundo? Y veo que en
el mundo se puso a prueba mucho de lo que yo creía y quería. Abandoné mucho,
que no todo –pues no podría viajar por el mundo sin algo de equipaje– pero una
parte de mí jamás se fue –y no podría ir sin un presentimiento de saber a dónde
llegar–, y ahora que regreso, veo con júbilo que la apuesta está valiendo la
pena. Que la costumbre de querer ser feliz jamás se fue, y que el miedo a veces
me invita a seguir adelante, aunque para ello haya que perder. Quizá debamos
volver a la primer respuesta, al miedo a la renuncia de poder y de placer.
Javel
No hay comentarios:
Publicar un comentario