Presentación

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domingo, 27 de diciembre de 2015

Cosas de todos los días



Hace poco vi la famosa y escandalosa película Las poquianchis (1976). La historia, además de ambigua en algunas partes, resulta estremecedora; la indignación al ver tanta injusticia, tantos abusos, es inevitable. Lo más triste es saber que la llamada “trata de blancas” no ha desaparecido y las redes que la sustentan continúan creciendo. El espectador preocupado por la buena vida y la reflexión no puede eludir la existencia de situaciones donde la injusticia tortura a los hombres. ¿Qué hacer ante la corrupción política y humana?, ¿la educación puede mejorar el alma de los hombres?, ¿cómo educar para la buena formación humana?  Antes de precipitarnos al barranco de las respuestas fáciles, abramos los ojos, veamos qué pasa en nuestro entorno. 

Un problema al pensar los problemas políticos es querer ver todo a oscuras, es decir, afirmar la imposibilidad de la justicia es renunciar a la pregunta sin antes haber preguntado; es aceptar la injusticia sin haber buscado la justicia. Para comenzar a indagar en la posibilidad de la justicia, hay que conocer el lugar donde actuamos. Los medios informativos pueden servir a lo anterior, siempre y cuando no nos conformemos con una versión de los sucesos y veamos quién nos dice qué y cómo, pues así podremos notar cuándo se exagera la información, cuándo se usa con fines sucios. También es importante darle un seguimiento cuidadoso a las notas, pues la información se incrementa, cambia o se transforma con el paso del tiempo. Los artículos de opinión, pese a no ser escritos por intelectuales sofisticados la mayoría de las veces, nos proporcionan una visión clarificadora de los hechos o nos permiten ampliar nuestra información; obviamente, también pueden oscurecernos los sucesos.

Otro asunto importante para mejorar el conocimiento sobre nuestro entorno y así ampliar las posibilidades de acción es conocer nuestras leyes. De esa manera sabremos qué se puede hacer en una marcha y qué está prohibido. Las marchas me parecen una buena manera de hacer patente la molestia de la ciudadanía ante el gobierno, pues demuestran organización y el deseo pacífico de buscar un mejor modo de vivir. Sin embargo, considero exagerada la protesta de gente como el Nechaev de Coetzee: “¿Hipotéticamente? Fácil: porque si uno no mata, nadie le toma enserio. Es la única prueba de seriedad, lo único que cuenta.” El nihilismo político de la frase nos muestra a la vida humana, por la que supuestamente se lucha, como algo de poco valor; aceptando lo anterior se cancela la posibilidad de la política. 

Mucho se habla sobre la buena vida, pero poco de cómo obtenerla o de los problemas para alcanzarla. Como en todas las indagaciones filosóficas, la concerniente a la buena vida o siquiera a la vida justa, no resulta clara, tiene muchos recovecos, muchos problemas, algunos sólo pueden ser anunciados; la resolución de los grandes problemas involucra mucha reflexión, propia de textos bien pensados, como los tratados clásicos. No obstante, algunos asuntos relativos a cómo actuar justamente pueden ser abordados en unas pocas líneas; con excesivo esfuerzo y diálogo, quizá puedan ser realizados.

Fulladosa

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