“Cuando te sientas con ganas de criticar a alguien,
recuerda que en este mundo no todos han tenido las ventajas que tú has tenido”.
Esta es otra manera de abstenerse a juzgar, y requiere de una esperanza
infinita, según Nick Carraway. Pero, ¿seguirá siendo esto verdad si la vida,
como dice Nick, se contempla mejor desde una sola ventana? Es decir, una cosa
es no juzgar por ser consciente de la carencia de factores que rodean a una
persona, y entonces decidimos verlo todo a través de una sola ventana; pero
otra totalmente distinta es abstenerse dado que, irremediablemente, todo lo
vemos a través de una sola ventana, presos por la polvareda que nubla
constantemente nuestro interés sobre los sueños de los hombres. Y suceden dos
cosas: o juzgamos a los hombres por la polvareda siempre presente, o los
juzgamos por sus sueños, ya que éstos determinan, constantemente, la vida de
los mismos. La vida de Jay Gatsby, narrada por Fitzgerald, será aquella ventana
por la cual se contemple mejor esta tensión.
Aquí
Fitzgerald es bastante ingenioso, la vida y el pequeño retrato pintado de
Gatsby está visto y narrado bajo la mirada de Nick Carraway. Este simple
vendedor de bonos, de carácter sencillo y callado, logra ver en Gatsby un dón,
dón que difícilmente se vería en nuestros tiempos modernos. El magnífico dón de
Gatsby —o James Gatz, para efectos de la presente cuestión— sólo es posible si
pensamos que podemos repetir el pasado. La realización de lo anterior es lo que
determina la vida de James y lo convierte en un hombre fuera de su época,
distinto del resto de la gente de Long Island. Y es que, viviendo en tiempos de
progreso y acumulación, ¿para qué vivir el pasado si todo se puede conseguir
con el dinero, del mismo modo como una cosa puede sustituirse por otra? Esta
pregunta ha sido lanzada al aire, requiere de fijeza y un móvil para una mejor
comprensión.
No
será sino hasta que Daisy Buchanan, del Est Egg, visite a Nick, su primo, en el
West Egg, donde sabremos quién es en verdad Jay Gatsby. La antesala de dicho
encuentro sólo nos sirve para percatarnos de toda esa polvareda que rodea la
imagen de Gatsby. Las diferencias de los hombres que se marcan por su raza,
según Tom Buchanan, o por sus riquezas, según Myrtle Wilson. Pero la vida no
puede ser tan simple, sólo sencilla. Y digo sencilla porque me hago la
siguiente pregunta: ¿Qué era lo que movía a Gatsby a realizar aquellas fiestas
lujosas, a comprarse aquella casa del otro lado de Est Egg? Para muchos un
sueño insulso, pero para Nick un dón extraordinario de la esperanza que, a mi corta
edad, sólo he logrado ver en una persona. Gracias a ello Gatsby puede repetir
el pasado, puede colocar una imagen que cantorrea los primeros versos del amor
en cada día presente a través de aquella luz verde del embarcadero de Daisy.
Por mucho tiempo la pradera azul, es decir, el trozo de agua que separaba al
Est Egg del West Egg, era lo que a su vez distanciaba a Gatsby de Daisy.
Para
Daisy una cosa se puede suplir por otra, y de ahí que la fuerza del dinero se
impusiera a la del amor. Los lujos terminaron por apagar la llama que se había
despertado por Gatsby. Para Gatsby, Daisy fue la flor que nació en su corazón
durante un mes una noche de otoño y echó sus raíces durante cinco años de su
ausencia. Sólo así Gatsby consigue vivir creyendo en el futuro, que a ojos de
Nick son años que se hunden y esfuman por no tener el objeto amado. Pero para
Gatsby en ello radicaba la promesa de la vida, en ir contra corriente, pues el
tiempo no se detiene. Gatsby tenía que regresar constantemente al pasado debido
a la corriente de la vida moderna que lo impulsaba a ir en dirección opuesta. Y
esto de vez en vez parece ironía por parte de Fitzgerald, pues Tom, hundido en
sus riquezas, tenía de amante a una mujer que vivía en una pocilga; Daisy, por
el contrario, al reencuentro con James, no es nada en comparación a las
riquezas del Gran Gatsby.
¿Hemos
de acusar a Gatsby por ser fiel a un sentimiento, fruto de la mocedad, aliciente
de nuestras ilusiones? En ello radica la estabilidad rodeada de tantos
bullicios y cambios. ¿Vivir como Gatsby será lo más natural en el hombre? Nick
dice que “ninguna cantidad de fuego o frescura puede competir con lo que un
hombre guardará en su fantasmal corazón”. Sin embargo, dejemos que esta
cuestión caiga bajo la mirada de T. J. Eckleburg, pues para quien vive bajo la
esperanza sólo Dios, que lo ve todo, debe juzgar a los hombres. A Dios nadie
puede engañarlo, mientras que los hombres pueden engañarse entre sí. Gatsby una vez fue pobre y poseía únicamente su uniforme del ejército; en otra poseía una mansión y trajes de temporada, pero siempre fue el mismo. Era un hombre que creía en lo que año tras año se aleja de nosotros, de nuestros sueños. Quizá
lo mismo que le diera vida a Gatsby es lo que le diera muerte. Por eso tiene
que morir a manos de Wilson, de aquel que sabe que Dios lo ve todo.
Aurelius
No sé si te he comentado cuanto me encanta El gran Gatsby. Gracias :)
ResponderEliminarPues no, pero ahora lo sé. Gracias.
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