Presentación

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miércoles, 23 de diciembre de 2015

Dispersión

En varias ocasiones no terminamos lo que empezamos por encontrarnos atascados. Dicho de otro modo, nos empantanamos, nuestros pies quedan atrapados y no continuamos nuestro camino. Notamos que cuando lo imaginamos así, sentimos esa frustración de nuestra inmovilidad. Reconocer nuestras extremidades sumidas en el suelo haciendo que no puedan respondernos, quedar sumidos a la tierra que reposa en su inercia natural. Muchos de nuestros proyectos no tienen su conclusión porque nunca llegamos a ésta, avanzamos y nos detenemos antes del final. Por ejemplos, entre broma y broma la verdad se asoma: hacemos chistes de los famosos propósitos de año nuevo, la burla apunta a su lejano cumplimiento. Que todos abarrotan los gimnasios en Enero para adelgazar y en Febrero los abandonan para sudar en otros sitios cerrados. Que quieren resolver el laberinto, pero terminan estrellándose con las paredes del mismo. Después de varias groserías, Teseo es vencido por su vejez encerrado y no por el Minotauro. 

Otro modo de interrumpir nuestras empresas no se encuentra en empantanarnos, sino cuando sucede lo contrario: no permanecemos en un lugar, vamos hacia todos. Varias veces tratamos de expresar esto cuando decimos que tenemos la cabeza en todos lados. Los mecanismos misteriosos en nosotros se concentran en resolver especialmente un asunto, inclinamos la cabeza apuntando a eso. Si ésta mira hacia un lugar indefinido, en realidad no concentramos o retenemos nada. Al estar perdidos, sin dirección o un sitio definido, solemos decir que andamos dispersos. En medio del bosque, el grupo de viajeros se rompe y los integrantes voltean sin alcanzar a verse. Nunca llegarán a su destino por encontrarse dispersos, nuevamente no completarán lo que se propusieron. Igualmente con la parvada de aves, pese a que descansaba en un árbol, el ruido hizo que salieran volando sin seguir trayectoria.

Dispersarse, volar hacia todos lados, implica muchas posibilidades de rutas. Sucede análogamente cuando decidimos llenar nuestra agenda de tareas infinitas. Entusiasmados, con el ánimo hasta la garganta, nos inscribimos en todo lo que nuestro ocio permita. Cine, videojuegos, escuela, teatro, clubes, Internet; en fin, nos proponemos tantas actividades o tareas que no cumplimos plenamente. En ese sentido nos parecemos a un celular inteligente donde permanecen abiertas sus aplicaciones para ser usadas en el futuro. Ahora estos pequeños secretarios administran y apoyan lo que hacemos, organizan nuestros números y hasta nos orientan con sus mapas electrónicos. Todo esto siguiendo la tecnología multitareas. No es necesario esperar a que cargue cada aplicación, ésta nunca se cierra completamente al esperar ser utilizada. Tendemos a vivir como la generación multitareas.   
 



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