Presentación

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domingo, 13 de marzo de 2016

The Soul Releaser

Buenas tardes, damita, caballero. Con la más aciaga de las vergüenzas vengo aquí a contarles mi triste historia. No se sulfure, señor. No frunza el ceño, señora. Seré breve para que no se les acumule la pereza; tranquila señorita, que la música de su aipod puede esperar un poco. Gracias por bajarle a la música, jefe. Qué amable. Como les decía, señores, aquí estoy para confesarles que mi trabajo era una porquería. Que desperdicié la mitad de mi vida reposando este hermoso culito que dios me dio en las sillas de cientos de cuartos, que reposaba almorranas los días en que mis amigos de la universidad se iban a embriagar, a conocer mujeres, a empaparse de eso que Walt Disney les vendió a nuestros hijos; mientras ellos se divertían yo estaba haciendo tarea, mucha tarea. Demasiado ocupado para vivir. Tarea aquí, acuyá, más pacá y hastallá. Siempre con la nariz hundiéndose entre las piernas de un libro. Comiéndome las páginas. Así dirigía yo mi atribulada existencia, señoras y señores. Era uno de esos hombres que la sociedad moderna califica como nerds, ñoños, matados. Pertenecía al club de ajedrez en vez de a un strip club. Jamás me gustaron las drogas y nunca me envolvieron las veleidades de la vida del desmadre. Tuve un par de parejas sumamente estables. Y por estables quiero decir que mi vida era de la escuela a mi cuarto, de condón en condón, de libro a tarea, de parada de autobús en parada de autobús. Era una vida ya definida. Cuadrada. Había más acción en una película existencialista francesa que en mi vida, damita, caballero. Pero lo peor no fue eso, señoras, señores. Eso lo habría soportado sin chistar, si no hubiera habido algo peor. Lo peor fue el fruto de mi sacrificio. Ahí donde uno se acuerda de su madre muerta, que le decía que estudiara duro pa´ que puedas tener tu casita, mijito, pa que tenga sus hijos, su esposa que le haga sus chiles en nogada: la vida tan jumex y coca cola, la vida espolvoreada de donitas bimbo. El paraíso en sonido surraun y tecnicolor ¡Pero es una mentira, señores! damita, caballero. Fui cirujano en hospitales pipirisnais, viví en colonias con nombres de Lomas; fui tlatoani del pedregal, monseñor de Santa Fe. Fui todo un papalord hasta que de repente todo se fue a donde se van las cosas. Y así terminé de médico del Don Doctor Simi: la vida no es lo que debería ser. Si la vida fuera justa ustedes no estarían escuchando a cualquier hijo de vecino en un autobús ruta quién sabe qué rayos, hacia sus hogares. No, damita, caballero. Usted, sí señor, usted estaría en el asiento trasero de un auto bebiendo champaña y con un chofer presto a llevarlo a donde se le antoje. Usted, jovencita, la de haya atrás que hace como que escucha música pero ha estado escuchando mi perorata, la del cabello negro pantene, usted podría estar estudiando artes en Francia, comiéndose baguettes y a franceses de la Rue de Le pupúleguaguá, jugando rayuela en el cementerio de Montparnasse. Usted, señora, podría ser la primera esposa de Brad Pitt o el actor que esté de moda hoy día. Usted joven, podría estarse cogiendo a la Cardashan esa, a la presentadora del clima, a la modelo más flaquibuena, a quien usted quisiera. En fin, podrían estar haciendo cualquier otra cosa, menos estar trepados en este autobús escuchándome. Pero déjenme decirles algo, damita, caballero: estarían llorando en una cama de plumas de quetzal; gotas saladas caerían a diario en sus botas de biblia vaquera, en sus vestidos de encaje de Damasco, en sus lentes Paco Rabán. Se limpiarían los mocos con la cara de Benjamin Franklin, pero les apuesto mi huevo izquierdo y la preciosa voz que Diosito me dio, a que cambiarían la miseria de ahora por la miseria de los ricos. ¡Estamos condenados! Damita, caballero. Estamos condenados a no tener la vida que queremos. ¿Y sabe por qué? Porque no hacemos lo que queremos, hacemos lo que se espera de nosotros, vivimos conciliando, existimos a lo bruto. Así, señoras, señores, ya hemos visto el problema que padecemos todos, no sólo usted y el pasajero de al lado. Tampoco nada más usted, señora que viene saliendo de Wal Mart, también los que vienen atrás con sus playeras de grupos de rock, Led Cepillín y Los Rolin Estouns; usted también está condenada, no crea que no lo está sólo por esconder su cabeza mirando a la ventana, señorita. Todos estamos en el mismo barco, el mismo camión. ¡Y nos está llevando a la chingada! Señor, señorita. Perdón por mi francés.  No estudié medicina para acabar siendo un pelado cualquiera que se sube al camión apestando a thinner y/o a mona de guayaba. Pero la vida está dura, señor, señora. Pega como patada de burro. Un día tienes dos huevos, un día uno y luego ya no tienes ninguno. Vamos con los ojos cerrados, a trompetones con las cosas y con las paredes. De manos atadas y a brinquitos. Así que yo les vengo a dar este mensaje. A liberarlos de sus pesares, de esas cosas que nos hacen la plaga más perfecta de Dios. Yo no vengo a venderles Majas Baratas, ni discos de Mariano Osorio o métodos de reducción de peso o a decirles que vengo saliendo del reclusorio norte. No, señor, señora. Vengo a abrirles los ojos. Vengo a liberarlos. Somos un fracaso a los ojos de Dios. No somos libres. Usté, señora, no es usté. Señorita, usted menos, con tanta pintura encima y tan poca ropa; usted tampoco, caballero, no es ese traje que compró en la San Felipe, quizá con Don Ascencio, ni ese reloj imitación de Rolex. Ni usted, señorita, es esos preciosos pechos que seguramente todos sus amigos le ven cuando no se da cuenta. Nosotros no somos nosotros. Somos lo que han hecho de nosotros. Somos un remedo de nosotros mismos, porque nos hemos entregado a un dios falso. Nos bajamos los pantalones y las faldas y se las dimos y se las seguimos dando a un Dios más palpable que nuestro creador, Chuchito. Y ese es nuestro problema, damita, caballero.  Nos hemos hecho súbditos del dinero y de sus achichincles, señor, señora. ¡¡¡Deshagámonos del dios falso!!! ¡Es hora de liberarnos! [Click] ¡¡¡Así que denme todo su dinero y todas sus pertenencias materiales, hijos de su re putísima madre!!!

2 comentarios:

  1. Bob, Bob... siempre lo diré: ¡Es un placer leerte!

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    Respuestas
    1. Me da mucho gusto saber que te gustó, Dahlia :D
      A ver qué te parece lo que suba mañana. Todavía no sé qué subir pero en eso ando jaja. Quizá suba un cuento largo por partes.

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