Presentación

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lunes, 11 de abril de 2016

Viviendo en otro país

¿La ciudad hace al hombre o el hombre a la ciudad? Diario paso por el mismo lugar, mismas escaleras, mismos edificios; pero casi nunca veo el mismo rostro dos veces. La ciudad parece la misma, al igual que sus calles. Pero, misteriosamente, los rostros sí son distintos. Estamos todos en el mismo lugar, sin embargo, unos están alegres, otros tristes, otros amorosos y, por allá, otros discuten. ¿Qué piensan?, ¿Sus emociones serán producto del lugar? Y, maravilla decirlo, todos vivimos en el mismo lugar.

Algo que me resulta muy difícil es saber si acaso el ánimo de las personas depende del lugar donde viven. Por ejemplo, si es verdad que Finlandia es el mejor lugar para ser feliz, México es el lugar diametralmente opuesto, es decir, el mejor para sufrir; no sin mencionar las fabulosas (pero reales) historias del Congo, ¿o eran las Antillas? Pero, ¿no son los hombres quienes fundaron sus ciudades? Recordemos a Cadmo, Radamantis, Licurgo, Jerjes, Ciro y Darío, ¿no fue Roma fundada por Rómulo y Remo? El asunto es complicado. No hay ciudad sin hombres, porque sin éste no existe aquélla; pero tampoco puede haber un hombre sin ciudad. Un hombre puede carecer de patria o nacionalidad por diversas razones —como en Novecento de Alessandro Baricco—, pero su hogar, ya no patria, es el lugar que pisan sus pies y contemplan sus ojos al mirar el cielo. De ahí el respeto a la naturaleza, porque ésta, en tanto que cielo y tierra, constituye la morada de la humanidad. El hogar es más real que la patria porque ésta es ya una abstracción. ¿La ciudad es una abstracción?

También es verdad que las naciones tienen sus etiquetas: los italianos son mafiosos, los alemanes soberbios, los rusos agresivos (¿es la agresión consecuencia de haber nacido en Rusia o vivir con rusos? Si es lo segundo, ¿se puede ser ruso sin haber nacido en Rusia?). Omito el resto por temor a verme (¿o haberme?) generalizado. Y a todo esto, ¿de dónde nos viene el carácter adquirido? Si las ciudades fueran netamente artificiales, ¿podríamos volver a fundar un Nuevo México idéntico al actual? Basta de exageraciones. Lo que sucede, simple y sencillamente, es que hoy vi a un padre vendiendo pan con su hijo y al verlos creí ver una escena del Emilio de Rousseau. Exacto, vi en las calles de México una escena novelescamente francesa.


Aurelius

3 comentarios:

  1. Me recordó a una escena de la película de Adolfo Aristarain "Martín (H)" en la que se habla de la patria.

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  2. Muchas gracias por el comentario, disculpa mi retraso. No he visto la cinta, pero prometo verla, pues, en efecto, la patria constituye el problema al que quería señalar. Gracias.

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  3. Muchas gracias por el comentario, disculpa mi retraso. No he visto la cinta, pero prometo verla, pues, en efecto, la patria constituye el problema al que quería señalar. Gracias.

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