El aprendizaje obtenido de un
maestro nunca es algo tan sencillo como ir a sentarse ante un pizarrón, esperar
unos cuantos minutos y salir de aquel recinto aprendiendo cada vez más. Por el
contrario, si uno recuerda ciertos diálogos platónicos, siempre se da cuenta
que la maestría de Sócrates consiste en qué dice, con quién lo dice y en qué
momento; estas observaciones lo llevan a uno a percatarse de que también
influye el modo en que el las cosas son dichas, por qué son dichas y con qué finalidad.
Todo discurso también trae consigo estos seis cuestionamientos, pero un maestro
siempre se responderá según vea que es mejor hacerlo, es decir, según vea que
es más razonable. Quizá no sería exagerado decir que en esto consiste el arte
de parir ideas.
Según mis notas del diálogo
Teeteto, Sócrates debe de empezar
conociendo los detalles más generales de su interlocutor, ¿según con qué
persona se dialogue, se debe de saber sobre qué se va a dialogar?, es decir,
¿por qué a un brillante alumno de geometría se le pregunta por el saber?
Después, Teeteto es instado a cuestionar a Teodoro, ¿un alumno cuestionado por
dos maestros debe separarse de uno para entender al otro? O ¿a Sócrates le
interesa tener seguidores y por eso debe cuestionar las afirmaciones de
Teodoro? Como ya le dijeron que su interlocutor es muy brillante, le hace un
cuestionamiento sumamente difícil: ¿es lo mismo el saber que la sabiduría? Pero
no sólo eso, sino que además lo hace con rudeza. Pero, de la rudeza, vuelve a
ser amable con el joven brillante, tan amable que le permite explicar un asunto
matemático-geométrico. Sócrates no le dice, yo sé más que tú, debes escucharme
y venerarme; tampoco le saca a colación todos sus saberes, todo lo que
aparentemente ha aprendido; ni le hace preguntas con la intención de ridiculizarlo
ante los demás; mucho menos le dicta un discurso, espera su aplauso y se aleja.
Sócrates, en cambio, le dice que el saber no es una competencia, pero sí una
actividad, como la actividad del corredor; ¿la filosofía será como una carrera
en la que uno debe mantenerse en forma, pero que no tiene meta precisa, aunque
sí ciertos temas, y todo reconocimiento es aparente? Finalmente Sócrates le
explica al joven Teeteto que él es como un partero de ideas.
Como ya vimos, el parir
ideas debe hacerse con cuidado, para no abortar al niño ni volver infértil a
quien tiene las ideas; es decir, quien hace una pregunta inadecuada para
determinada persona, puede estarle arruinando una idea, mucho peor, puede
engañarlo y hacerle creer que la reflexión consiste en inseminarse de conceptos
que finalmente se volverán niños (ideas) horrendos. Por eso Sócrates prueba
diferentes maneras para entablar un diálogo con Teeteto, para aprovechar la
inteligencia de aquel joven. Por eso, también, le advierte que él no vuelve
sabio a nadie. El maestro no tiene un esquema con el cual puede enseñar,
mostrar, presumir a todos la verdad.
Fulladosa
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