Presentación

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miércoles, 11 de mayo de 2016

Crepúsculo socrático

George Black. Y esto que vengo comentándoles, podría hacernos ver la maestría de Sócrates. Estas conclusiones las pude sacar por mí, me tomó cuatro días y tres noches. No las tomé de ningún libro ni escuchada en alguna conferencia; me parece vil el plagio. Tomaba café para mantenerme despierto y reflexionaba cuando las clases morían. Aun con el desvelo, me preparaba para inculcarles las mejores enseñanzas. Debería recibir una gratificación... Calmen su risa, jóvenes, sólo estamos nosotros tres y por lo mismo resuena estridentemente. 

Jim. Lo sentimos, maestro, no pudimos evitarlo, aunque Theodore casi ni rió. Al parecer yo soy el de la risa fuerte. Entiendo lo que dice. Aunque siempre he tenido una duda. Una de las acusaciones y hasta burla a Sócrates ha sido su obsesión por los muchachos, tiernos jóvenes que se paseaban y modelaban en la antigua Grecia. ¿Eso podría relacionarse con lo que comenta acerca de su retórica?

G.B. Me pone muy contento que seas crítico y hagas preguntas pertinentes. Ojalá tuviera más estudiantes brillantes como tú. 

Theodore.Venimos a estudiar, sentimos complacencia cuando una autoridad nos lo reconoce.

G.B. En efecto, joven listo. En algún sentido sí, mi querido Jim. Sócrates no era un desalmado y siempre mostraba interés por quien conversaba con él. Para saber dirigirse los conocía muy bien. Sabía qué decir y cómo decírselos a cada quien. Incluso podía desenvolverse entre lo público y privado, a veces discreto, a veces con mayor frontalidad. Se parece a la seducción. Cuando te sientes interesado por alguien, quieres hacerte especial para ése. Buscas deslumbar ante él. El amor se consuma cuando quien amas se interesa por ti, una reciprocidad entre ambos sujetos.

Jim. ¿Entonces eso indicaría fue cierta su acusación? ¿Seducía y corrompía a los jóvenes?

G.B. No del todo. ¿Recuerdan el comienzo del Teeteto? En la primera aparición de Sócrates, ahí mismo nos enteramos de sus intenciones. En tal apartado nos menciona que está interesado por quien pueda convertirse en hombre de bien y le gustaría que éste perteneciera a su propia ciudad. No quiere hacer amistad con alguien de Cirene, pese a que aparentemente Teodoro mismo le ofreció presentarle alguien destacable de aquí. Si pones atención, el interés primordial del ateniense estaba en conversar y poder amistarse con alguien. Considera que si buscas un hombre de bien completo en tu misma ciudad, se colige que ése podrá realizar una acción noble donde vives tú. Entonces Sócrates no busca platicar o juntarse con alguien solamente, en caso de seducirlo no sería un afán egoísta. ¿Se acuerdan quién reconoce con precisión a Teeteto?

Jim. Sócrates, la memoria traiciona a Teodoro y no logra recordar quién es el padre del joven.

G.B. Así es, lo contrario a Sócrates, como bien mencionas. Ahora que lo trajiste a la conversación, también es digno de ver cómo Teodoro se excusa para que no haya malentendidos en las relaciones con los jóvenes. Dice que teme expresarse con vehemencia para no verse como un enamorado y por ello decidí escoger a alguien feo pero brillante. Ese maestro quiere la mayor claridad en la relación didáctica, sin ninguna sospecha. Podemos creer que, primero, eso dañaría su prestigio y, segundo, como él mismo afirma, dejarse llevar por la pasión resulta más locura que valor. Su cautela quiere llevarlo a resultados seguros.   

Theodore. Aunque, maestro, la escena también es interpretada por el filólogo Giorgio Averitas, reconocido italiano del siglo XX y estudioso de textos clásicos. Averitas señala que se presenta la postura platónica de los diálogos de vejez respecto al ser. El hecho de que Teeteto y Sócrates se parezcan en lo material pone en duda la Teorías de las Ideas. Si realmente fueran supremas, podríamos distinguir con facilidad los entes. Sin embargo nos engañamos cuando tratamos de discernir a sujetos. Fácilmente podemos reconocer entre objeto A y objeto B, ¿pero qué hacemos con los seres humanos? Añade Averitas que a partir de aquí Platón mostrara simpatía por la corriente materialista cuya culminación estará en el parricidio cometido al Uno perfecto parmenídeo. El Platón anciano podemos asignarlo en esta categoría. 

Jim.— Acabo de pensar algo maestro. Si Sócrates buscaba fungir de partero con las jóvenes promesas y hacerles un bien a ellos y la misma ciudad, ¿podríamos decir que se trata de una amistad buena?

G.B. ¡Claro! Vas entendiendo. Sócrates no corrompía a los jóvenes, los ayudaba. Para el vulgo una corrupción, para los estudiados resulta un encaminamiento a la virtud. Por ejemplo, Theodore, ¿amamos lo bueno o lo malo?

Theodore. Lo bueno, si vemos que es malo no lo queremos. 

G.B. ¿Y reconocemos lo bueno cuando nos resulta placentero? ¿O cuando lo repelemos?

Theodore. Por lo primero, lógica humana.

G.B. Y el amor para ser bueno, ¿debe ser recíproco?

Theodore. Totalmente, en dado caso sólo uno de los individuos podría ser el amante.

G.B. Entonces un amor virtuoso sería el socrático: el partero ayuda a la fecundado y éste, en agradecimiento, mantiene la relación con su maestro. Ambos, dos y no uno, consiguen lo placentero mediante ellos. El fin bueno rechaza que haya corrupción. 

Theodore. Aunque amor no es la amistad y Sócrates buscaba hacer amigos.

G.B. ¿Pero acaso no es el mismo principio? Cuando amamos a alguien o queremos a nuestro amigo, ¿no subyace el cariño, Jim? ¿No sufrimos dolor cuando nos deja o cuando le sucede algo infortunado?

Jim. Así parece.

G.B. Y qué mejor si este cariño está basado en algo tan noble como el conocimiento, ¿me equivoco?

Jim. Para nada. Las relaciones, amistades o amores filosóficos son lo más alto para el ser humano.

G.B. Se hizo tarde, la oscuridad se asoma. Permítanme llevarlos a casa. El mundo ahora es peligroso para ustedes.



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