En primera persona

Soy extensión de tus dedos.

Soy aquella que derrama semen , sangre y lagrimas, escupo negrura porque sólo así puedes ver la luz. Sí, soy la que lleva las entrañas negras y la única capaz de rescatarte de las sombras, esas sombras que se arremolinan en tus pensamientos; de los demonios asechantes y de las sutilizas divinas que te elevan muy por encima de lo bestial.

Madrugadas entre tus manos, llena de sudor, semen y lagrimas. 
Dicen que soy la representación fálica del poder. Pero, realmente soy extensión de tu ser, extensión de tus dedos que vomita en papel todo aquello que no te animas a soltar al engañoso aire. Porque solo lo que se plasma en papel permanece. Las palabras pronunciadas, como el hombre, son efímeras y volubles. Los hombres se comprometen y sienten más amor por aquello que la escritura les engendró. Y aquí sigo, siempre incondicional, como espejo de tu alma, como confidente de la condición humana.

Dicen que los varones escriben con semen y las mujeres con las tripas, pero ¿quién si no yo puede decir realmente como escriben los hombres? Los hombres escriben con las vísceras, con las experiencias y, en cada obra, dejan un pedazo de alma para al final unirlas como rompecabezas intentando encontrarse. 
Escribir es buscarse, siempre buscarse. Desdichado de aquel que me mancilla inventando mascaras, infructífera será su búsqueda, le horrorizará lo que encuentre.